Ficha de partido
Real Madrid
2 - 2
Valencia CF
Equipos titulares
5
7
11
Sustituciones
Ninguno
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Vicente Seguí
7'
Pahiño
26'
Descanso
45'
Molowny
45'
Antonio FuertesAsist: Vicente Seguí
85'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: Real Madrid
Records vs Real Madrid
Máximo goleador: Mundo Suárez (13 goles)
Goleador rival: Raúl (17 goles)
Más partidos: Vicente Asensi (28 partidos)
Mayor victoria: 6 - 0 (09.06.1999)
Mayor derrota: 1 - 7 (23.08.1990)
Más repetido: 1-2 (27 veces)
Crónica
Como, en otras temporadas, la clasificación se ha enredado de tal suerte, que hay ahora más de media docena de posibles campeones. Y sería muy aventurado señalar un vencedor, que dependerá del esfuerzo final del... que pueda hacerle. Por de pronto, el Madrid, tan destacadamente calificado, acusa el cansancio, la fatiga y las lesiones. Estos tradicionales empates en su terreno (son ya cinco) le han restado muchos puntos, pero lo peor es el desinflamiento general en casi todas las líneas. Su rival del domingo, el Valencia, se presenta, en cambio, con energías, con durezas para repartir las que convenga y con fondo suficiente para toda suerte de empresas.
No parece prudente desorbitar los problemas apasionantes del fútbol. Independientemente de las consideraciones que vendrán luego, me urge hacer esta declaración: el Madrid, excelente reunión de individualidades, que logró conjuntar armónica y eficazmente sus esfuerzos y llevaba camino de alcanzar el título de la Liga, tiene ahora probabilidades de no llegar a la meta triunfal. Y ello por una sola causa, influida por muchos efectos: se rompió la cohesión del eguipo, que, a lo que parece, ha perdido, además, la excelente moral que la animaba.
La alineación del bando local ofrecía esas irregularidades impuestas por la enfermería. Próximamente, las mismas que en el equipo rival, donde los ausentes obligaron también a una formación de circunstancias. Y el clima y el terreno eran exactamente iguales (malos) para los veintidós. La interpretación del esfuerzo valenciano se contrajo a un marcaje severo, estrechísimo, de los de tipo "como la sombra sigue al cuerpo", y el propósito hecho realidad quitó valor espectacular al partido, pero dio innegable ventaja a los forasteros. Especialmente Pahiño, Molowny y Cabrera fueron tan obsesivamente perseguidos, que su esfuerzo se limitó al duelo con el rival encargado de perseguirles. Por esto pudo ser Olmedo el jugador atacante de más lucimiento hasta caer lesionado.
El dominio inicial, del Madrid fue profundo, pero no eficaz. En los esfuerzos finales, la torpeza de Pahiño frustraba las intentonas mejores, porque la defensa rival sabía emplearse con decidida seguridad. Y la presión local, desbordada con arrancadas veloces, se convertía en ataques valencianos, que saltaban ágilmente sobre medios y defensas inseguros. Porque Navarro, el más audaz, a fuerza de intentarlo todo, fallaba en los instantes decisivos.
Como en el primer tanto, a los ocho minutos, llevada la pelota por Fuertes para un pase adelantado a Seguí, que éste, tras una hábil estratagema, convirtió en disparo cruzado, desde cerca, que fue el primer gol de la tarde. La pesadez del terreno influyó largo rato en la lentitud del juego, aunque la presión fué casi siempre del bando madridista, la falta de velocidad facilitó la tarea defensiva, valenciana. Hasta que, a la media hora, en uno de los ataques de los centrales, el guardameta despejó flojamente en dirección al "córner", Díaz la envió hacia Pahiño y éste pudo colocar el balón en la meta para igualar lia partida.
Dominó luego hasta el final del primer plazo, más intensamente el Madrid que, animado por el público, llegó a cercar la meta valenciana, hasta que unos minutos antes de terminar, otro flojo despeje de Pérez fue instantáneamente recogido por Molowny, quien, de tiro cruzado con la derecha, logró el segundo e imparable gol.
No se modificó la fisonomía del partido en el segundo tiempo. Más encontronazos, choques y zancadillas iniciados por el Valencia e imitados con peor clase por el Madrid. Con el cortejo dé detenciones, protestas, contusiónnes, retiradas, incorporaciones y "eso" tan bonito de lo que, por lo visto, no hay arbitro capaz de privar al fútbol español. Porque durante este tiempo, con haber expulsado a tiempo a Asensi, estaba fácilmente resuelto el luego intrincado problema.
Todo este tiempo lo hizo Molowaiy "al ralenti", nuevamente lesionado, el jugador canario se situó de extremo casi incapacitado. También cayó Amadeo en el bando contrario, que se fue al otro extremo. Y luego cayeoan Cabrera, duramente tocado, Pahiño y Olmedo. Y cerca del final, el Madrid, encastillado en una defensiva de la pequeña ventaja, fue ampliamente dominado. Cedió un "córner" faltando cinco minutos, y tras un lío ante el marco, Fuertes empalmó un tiro cruzado, la pelota pasó entre las piernas de unos y otros y llegó a la red, junto al poste lateral.
Fue el gol del empate, de merecimientos mucho menos auténticos que aquel formidable remate de Igoa con la cabeza, que ofreció a Alonso la oportunidad de una de las más impresionantes paradas (maravillosa aérea palomita) que se han hecho en Chamartín. Mal partido, lamentable arbitraje y pocas figuras destacables. Entre ellas, Seguí e Igoa por encima de los rivales, y entré éstos, Navarro, pese a sus errores, y en el ataque, Cabrera y Olmedo, hasta que pasaron a engrosar el numeroso cuerpo de los aspeados y tullidos.
No parece prudente desorbitar los problemas apasionantes del fútbol. Independientemente de las consideraciones que vendrán luego, me urge hacer esta declaración: el Madrid, excelente reunión de individualidades, que logró conjuntar armónica y eficazmente sus esfuerzos y llevaba camino de alcanzar el título de la Liga, tiene ahora probabilidades de no llegar a la meta triunfal. Y ello por una sola causa, influida por muchos efectos: se rompió la cohesión del eguipo, que, a lo que parece, ha perdido, además, la excelente moral que la animaba.
La alineación del bando local ofrecía esas irregularidades impuestas por la enfermería. Próximamente, las mismas que en el equipo rival, donde los ausentes obligaron también a una formación de circunstancias. Y el clima y el terreno eran exactamente iguales (malos) para los veintidós. La interpretación del esfuerzo valenciano se contrajo a un marcaje severo, estrechísimo, de los de tipo "como la sombra sigue al cuerpo", y el propósito hecho realidad quitó valor espectacular al partido, pero dio innegable ventaja a los forasteros. Especialmente Pahiño, Molowny y Cabrera fueron tan obsesivamente perseguidos, que su esfuerzo se limitó al duelo con el rival encargado de perseguirles. Por esto pudo ser Olmedo el jugador atacante de más lucimiento hasta caer lesionado.
El dominio inicial, del Madrid fue profundo, pero no eficaz. En los esfuerzos finales, la torpeza de Pahiño frustraba las intentonas mejores, porque la defensa rival sabía emplearse con decidida seguridad. Y la presión local, desbordada con arrancadas veloces, se convertía en ataques valencianos, que saltaban ágilmente sobre medios y defensas inseguros. Porque Navarro, el más audaz, a fuerza de intentarlo todo, fallaba en los instantes decisivos.
Como en el primer tanto, a los ocho minutos, llevada la pelota por Fuertes para un pase adelantado a Seguí, que éste, tras una hábil estratagema, convirtió en disparo cruzado, desde cerca, que fue el primer gol de la tarde. La pesadez del terreno influyó largo rato en la lentitud del juego, aunque la presión fué casi siempre del bando madridista, la falta de velocidad facilitó la tarea defensiva, valenciana. Hasta que, a la media hora, en uno de los ataques de los centrales, el guardameta despejó flojamente en dirección al "córner", Díaz la envió hacia Pahiño y éste pudo colocar el balón en la meta para igualar lia partida.
Dominó luego hasta el final del primer plazo, más intensamente el Madrid que, animado por el público, llegó a cercar la meta valenciana, hasta que unos minutos antes de terminar, otro flojo despeje de Pérez fue instantáneamente recogido por Molowny, quien, de tiro cruzado con la derecha, logró el segundo e imparable gol.
No se modificó la fisonomía del partido en el segundo tiempo. Más encontronazos, choques y zancadillas iniciados por el Valencia e imitados con peor clase por el Madrid. Con el cortejo dé detenciones, protestas, contusiónnes, retiradas, incorporaciones y "eso" tan bonito de lo que, por lo visto, no hay arbitro capaz de privar al fútbol español. Porque durante este tiempo, con haber expulsado a tiempo a Asensi, estaba fácilmente resuelto el luego intrincado problema.
Todo este tiempo lo hizo Molowaiy "al ralenti", nuevamente lesionado, el jugador canario se situó de extremo casi incapacitado. También cayó Amadeo en el bando contrario, que se fue al otro extremo. Y luego cayeoan Cabrera, duramente tocado, Pahiño y Olmedo. Y cerca del final, el Madrid, encastillado en una defensiva de la pequeña ventaja, fue ampliamente dominado. Cedió un "córner" faltando cinco minutos, y tras un lío ante el marco, Fuertes empalmó un tiro cruzado, la pelota pasó entre las piernas de unos y otros y llegó a la red, junto al poste lateral.
Fue el gol del empate, de merecimientos mucho menos auténticos que aquel formidable remate de Igoa con la cabeza, que ofreció a Alonso la oportunidad de una de las más impresionantes paradas (maravillosa aérea palomita) que se han hecho en Chamartín. Mal partido, lamentable arbitraje y pocas figuras destacables. Entre ellas, Seguí e Igoa por encima de los rivales, y entré éstos, Navarro, pese a sus errores, y en el ataque, Cabrera y Olmedo, hasta que pasaron a engrosar el numeroso cuerpo de los aspeados y tullidos.