Ficha de partido
FC Barcelona
2 - 1
Valencia CF
Equipos titulares
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Colino
1'
Juan MenaAsist: Epi Fernández
32'
Descanso
45'
César
50'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: FC Barcelona
Records vs FC Barcelona
Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (36 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)
Crónica
Cuarenta y cinco minutos y veinticinco segundos de codicia les valieron a los jugadores azulgrana los dos puntos de su primer partido ganado en la actual Liga. Los veinticinco segundos corresponden a los veinticinco segundos primeros del primer minuto del encuentro. Los cuarenta y cinco minutos fueron los componentes de la segunda parte del partido. Entre esas dos fracciones de tiempo tan dispares, el Barcelona se las compuso para arrebatar al Valencia la victoria que en tantas otras fases del encuentro contempló como meta lejana e inaccesible. En cada una de ellas se produjo un gol barcelonista. El primero, veloz e incontenible como un torbellino, le permitió resistir el empate del Valencia, sin perder posiciones. El segundo, laborioso y centelleante a la vez, le brindó el premio que mereció su entusiasmo.
El Barcelona jugó dos partes situadas como los polos opuestos de un diámetro. El primer tiempo del partido, exceptuados los veinticinco segundos iniciales, lo pasaron los jugadores azulgrana sesteando con fruición. Salvo el gol con que estrenaron el encuentro, todo marchaba al revés en el conjunto barcelonista. Mejor dicho, todo menos Sans, Sans comenzó como todos, pero fue el primero en despertar. Por eso el Valencia no pudo, a pesar de su empuje en esta primera mitad del partido, pasar más allá del empate con que anuló, de momento, la ventaja azulgrana. Pero, gol y Sans aparte, el resto se resintió del fallo de los interiores y alas barcelonistas. Los Gonzalvo cortaban lo que podían, pero no entregaban un balón ni prestado; Escola y César parecían ausentes de su misión. El resto, cojeaba lamentablemente. Bravo y Sospedra, se aburrían. El debutante Torra, aburría a todos y ponía un nudo en la garganta en cada entrada al balón. Etcétera...
Por fin llegó el descanso sin mayor quebranto y los barcelonistas entraron en el vestuario con un empate. No sé lo que Samitier les diría a sus pupilos, pero había que oir a los defraudados espectadores, quejarse y lamentarse. Pero se reanudó el juego y otro gol azulgrana trajo auras de renovadas esperanzas. ¿Quién puede precisar los factores que reanimaron a los jugadores del Barcelona? Aquel segundo gol fue el revulsivo que puso en marcha la codicia más desatada. ¿De modo que ellos podían vencer al Valencia? Le estaban ganando ya, en reailidad. ¡Ah, pues a por ellos! Y por ellos se lanzaron. El Valencia, sorprendido, sacó de la reserva algunos recursos sucios, que sirvieron a Aurre, el arbitro, de motivo para varias broncas. Luego pasó al contraataque y se quedó sin Mundo, lesionado en un encontronazo. Ni violencias ni réplicas conmovieron al Barcelona. Velasco echó la llave a su puerta. Escola y César subieron y bajaron, se movieron. Hasta Torra terminó aplomándose en su sitio.
Ocurrió que el Valencia hizo lo contrario que el Barcelona. Salió a comérselo todo, pero sólo dio un bocado y se le indigestó. Bien medido el tiempo, casi jugaron igual uno y otro. Porque a la segunda parte codiciosa de los barcalonistas, correspondió un primer tiempo de superioridad valencianista. Pero a ese primer tiempo le faltó, para ser completo, un pequeño pellizco de veinticinco segundos, con el cual al Valencia le salió el morado de su derrota. No se arredró el conjunto de Mestalla, y confiando seguramente en la debilidad ajena, se dispuso a vencer al contrincante apoyándose en su mejor calidad de juego. Pero el contrincante aplicó su táctica de rehuir la disputa. El Valencia asestaba golpes sin encontrar resistencia, pero sin lograr abatir al adversario, y así fue desgastándose en la esterilidad de un empate que quiso convertir en triunfo sin conseguirlo y no pudo mantener cuando intuyó que se le tornaba en inevitable derrota.
Nunca vi tan claro el complemento de dos equipos y la mecánica de un triunfo poco menos que inesperado y una derrota apenas presagiada. Ni Velaseo ni Eizaguirre pudieron hacer más y mejor. Ninguno de los tres goles estuvo en sus posibles evitarlo. No radicó tampoco en la defensa la clave del resultado. A pesar de la inclusión de Torra, en ia azulgrana, su nerviosismo no perjudicó gravemente. Los cuatro extremos trajinaron poco. Colino aventajó a Mundo por su movilidad. El cuadro de interiores y medios alas funcionó bien en el Valencia, durante la primera parte, pero se desarticuló después del descanso, exactamente lo contrario que en el Barcelona. Pero la diferencia fundamental radicó en el medio centro de los equipos, donde Puchades comenzó regular, para terminar mal, mientras Sans empezó mal para acabar bien. Así, el vencedor potencial se convirtió en el derrotado real. El único sin complemento fue el arbitro Aurré. Aurré sembró errores y cosechó protestas.
El Barcelona jugó dos partes situadas como los polos opuestos de un diámetro. El primer tiempo del partido, exceptuados los veinticinco segundos iniciales, lo pasaron los jugadores azulgrana sesteando con fruición. Salvo el gol con que estrenaron el encuentro, todo marchaba al revés en el conjunto barcelonista. Mejor dicho, todo menos Sans, Sans comenzó como todos, pero fue el primero en despertar. Por eso el Valencia no pudo, a pesar de su empuje en esta primera mitad del partido, pasar más allá del empate con que anuló, de momento, la ventaja azulgrana. Pero, gol y Sans aparte, el resto se resintió del fallo de los interiores y alas barcelonistas. Los Gonzalvo cortaban lo que podían, pero no entregaban un balón ni prestado; Escola y César parecían ausentes de su misión. El resto, cojeaba lamentablemente. Bravo y Sospedra, se aburrían. El debutante Torra, aburría a todos y ponía un nudo en la garganta en cada entrada al balón. Etcétera...
Por fin llegó el descanso sin mayor quebranto y los barcelonistas entraron en el vestuario con un empate. No sé lo que Samitier les diría a sus pupilos, pero había que oir a los defraudados espectadores, quejarse y lamentarse. Pero se reanudó el juego y otro gol azulgrana trajo auras de renovadas esperanzas. ¿Quién puede precisar los factores que reanimaron a los jugadores del Barcelona? Aquel segundo gol fue el revulsivo que puso en marcha la codicia más desatada. ¿De modo que ellos podían vencer al Valencia? Le estaban ganando ya, en reailidad. ¡Ah, pues a por ellos! Y por ellos se lanzaron. El Valencia, sorprendido, sacó de la reserva algunos recursos sucios, que sirvieron a Aurre, el arbitro, de motivo para varias broncas. Luego pasó al contraataque y se quedó sin Mundo, lesionado en un encontronazo. Ni violencias ni réplicas conmovieron al Barcelona. Velasco echó la llave a su puerta. Escola y César subieron y bajaron, se movieron. Hasta Torra terminó aplomándose en su sitio.
Ocurrió que el Valencia hizo lo contrario que el Barcelona. Salió a comérselo todo, pero sólo dio un bocado y se le indigestó. Bien medido el tiempo, casi jugaron igual uno y otro. Porque a la segunda parte codiciosa de los barcalonistas, correspondió un primer tiempo de superioridad valencianista. Pero a ese primer tiempo le faltó, para ser completo, un pequeño pellizco de veinticinco segundos, con el cual al Valencia le salió el morado de su derrota. No se arredró el conjunto de Mestalla, y confiando seguramente en la debilidad ajena, se dispuso a vencer al contrincante apoyándose en su mejor calidad de juego. Pero el contrincante aplicó su táctica de rehuir la disputa. El Valencia asestaba golpes sin encontrar resistencia, pero sin lograr abatir al adversario, y así fue desgastándose en la esterilidad de un empate que quiso convertir en triunfo sin conseguirlo y no pudo mantener cuando intuyó que se le tornaba en inevitable derrota.
Nunca vi tan claro el complemento de dos equipos y la mecánica de un triunfo poco menos que inesperado y una derrota apenas presagiada. Ni Velaseo ni Eizaguirre pudieron hacer más y mejor. Ninguno de los tres goles estuvo en sus posibles evitarlo. No radicó tampoco en la defensa la clave del resultado. A pesar de la inclusión de Torra, en ia azulgrana, su nerviosismo no perjudicó gravemente. Los cuatro extremos trajinaron poco. Colino aventajó a Mundo por su movilidad. El cuadro de interiores y medios alas funcionó bien en el Valencia, durante la primera parte, pero se desarticuló después del descanso, exactamente lo contrario que en el Barcelona. Pero la diferencia fundamental radicó en el medio centro de los equipos, donde Puchades comenzó regular, para terminar mal, mientras Sans empezó mal para acabar bien. Así, el vencedor potencial se convirtió en el derrotado real. El único sin complemento fue el arbitro Aurré. Aurré sembró errores y cosechó protestas.