Ficha de partido
Valencia CF
4 - 1
Real Madrid
Equipos titulares
Sustituciones
Ninguno
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Gaspar RubioAsist: José Richart
15'
José VilanovaAsist: Juan Costa
33'
Descanso
45'
Juan Costa
63'
José VilanovaAsist: Victoriano de Santos
65'
Sañudo
83'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: Real Madrid
Records vs Real Madrid
Máximo goleador: Mundo Suárez (13 goles)
Goleador rival: Raúl (17 goles)
Más partidos: Vicente Asensi (28 partidos)
Mayor victoria: 6 - 0 (09.06.1999)
Mayor derrota: 1 - 7 (23.08.1990)
Más repetido: 1-2 (27 veces)
Crónica
Hemos de confesar en honor de la verdad, que después de las numerosas decepciones que veníamos recibiendo del Valencia, no era precisamente el optimismo lo que nos acompañaba esta tarde al campo de Mestalla; que, aparte sea dicho, semejaba por frío crudísimo un rincón de Siberia. Desde luego, no podíamos imaginar que lo que admiramos en la jornada contra el Athletic de Bilbao se repitiera, nuevamente frente al Madrid, el otro gallito, para satisfacción y estímulo de los jugadores locales y de la afición, que una tarde y otra llenan el campo de bote en bote.
Cuando después de esos momentos preliminares que los equipos aprovechan para tantearse mutuamente, el once local ha empezado a desarrollar "su" juego, ha aparecido el viejo león de Algirós (campo donde se formara aquella pléyade de los Montes, Cubells, Esteban, Marín...), con menos arrogancia, pero con más ciencia, frente a un Madrid en todo distinto al que desde hace tres o cuatro temporadas trajo a Valencia exquisiteces del deporte.
Suponemos que los visitantes, acostumbrados a librar sus jornadas deportivas con un espíritu de observación que como a ningún otro club español le prestan los innumerables encuentros que con equipos de todas partes sostiene en la capital de España, no le habrá pasado desapercibida la clase extraordinaria de sus rivales de hoy y se preguntarán a estas horas en qué consisten los fracasos del Valencia y cómo éste no ocupa un puesto preeminente en la competición de Liga.
Porque bien claro está: el Madrid, no ha podido con el Valencia; a pesar de haber empleado para evitar la derrota un juego poco correcto y contar con el arbitraje de Casterlenas, que, con intención o sin ella, le ha favorecido mucho. Hubo momentos en que temimos ver depresión en los de casa, pero el acierto se reafirmaba nuevamente y aun a través de esos períodos del partido, en que a consecuencia del reiterado esfuerzo pierde vistosidad el juego, se conservaba la eficacia necesaria para alejar toda posible inquietud por el resultado.
Lástima grande que tarde tan hermosa haya sido deslucida por un juego distinto al que el Madrid nos tenía acostumbrados y que figuras del deporte que la afición consagró con harta razón hayan puesto en practica recursos que si en cualquiera son censurables, en ellos constituyen además un desencanto. ¿Qué le pasa a Quincoces? Quien ha visto al enorme back madridista en la plenitud de sus facultades, habrá padecido hoy presenciando sus intervenciones, tan diferentes a las de Juan Ramón, el defensa del Valencia, arrollador y eficaz, pero sin constituir una sola vez peligro para sus contrarios.
Pero es que en los madridistas apenas si hubo un medio (Leoncito) y un delantero (Luis Regueiro), que demostraran la clase que encierran. Los demás no pusieron alma en la contienda; y arrebatos de violencia hubo, merced a Quesada y, sobre todo, a Bonet, que quisieron compensar de tan reprobable manera su insuficiencia manifiesta. Los tantos de una y otra parte son fiel reflejo del partido, pues mientras los del Valencia, dos en cada tiempo, fueron de irreprochable factura, el del Madrid lo consiguió Hilario después de haber rebasdo el esférico la línea de juego.
Ha sido, en consecuencia una gran tarde para el público, pero hemos de hacer un comentario antes de terminar. Cada día aparece en la Prensa, sin que hasta la fecha se haya conseguido evitar el mal: uno de los obstáculos que surgen frecuentemente lo constituye el mal arbitro. El fútbol ha conseguido atraer a numeroso contingente, que paga y observa los partidos desapasionadamente. Pues bien, esta afición, que es origen del auge de este espectáculo y que motivaría su decadencia si desapareciera, se muestra indignado de que un buen señor, porque salte el field investido de la autoridad máxima, pueda sancionar, caprichosamente, todo cuanto, quiera, sin que nadie le exija responsabilidad en sus apreciaciónnes.
Del Valencia, en esta tarde de juego entusiasta, se ha de hablar con encomio. La alineación de jugadores a casi nadie convencía desde que se había hecho pública. La mala forma de Cano, una sanción que pesa contra Goiburu y las lesiones que impedían la alineación de otros jugadores impuso la formación de un equipo que parecía no ofrecer seguridades de éxito. Y he aquí que la inclusión de Vilanova en el eje de la delantera y Nebot en su puesto de cancerbero han sido, con la tarde espléndida de la línea media, el impulso decisivo que ha fraguado la victoria más rotunda que se ha registrado en Mestalla durante todo un año.
Cuando después de esos momentos preliminares que los equipos aprovechan para tantearse mutuamente, el once local ha empezado a desarrollar "su" juego, ha aparecido el viejo león de Algirós (campo donde se formara aquella pléyade de los Montes, Cubells, Esteban, Marín...), con menos arrogancia, pero con más ciencia, frente a un Madrid en todo distinto al que desde hace tres o cuatro temporadas trajo a Valencia exquisiteces del deporte.
Suponemos que los visitantes, acostumbrados a librar sus jornadas deportivas con un espíritu de observación que como a ningún otro club español le prestan los innumerables encuentros que con equipos de todas partes sostiene en la capital de España, no le habrá pasado desapercibida la clase extraordinaria de sus rivales de hoy y se preguntarán a estas horas en qué consisten los fracasos del Valencia y cómo éste no ocupa un puesto preeminente en la competición de Liga.
Porque bien claro está: el Madrid, no ha podido con el Valencia; a pesar de haber empleado para evitar la derrota un juego poco correcto y contar con el arbitraje de Casterlenas, que, con intención o sin ella, le ha favorecido mucho. Hubo momentos en que temimos ver depresión en los de casa, pero el acierto se reafirmaba nuevamente y aun a través de esos períodos del partido, en que a consecuencia del reiterado esfuerzo pierde vistosidad el juego, se conservaba la eficacia necesaria para alejar toda posible inquietud por el resultado.
Lástima grande que tarde tan hermosa haya sido deslucida por un juego distinto al que el Madrid nos tenía acostumbrados y que figuras del deporte que la afición consagró con harta razón hayan puesto en practica recursos que si en cualquiera son censurables, en ellos constituyen además un desencanto. ¿Qué le pasa a Quincoces? Quien ha visto al enorme back madridista en la plenitud de sus facultades, habrá padecido hoy presenciando sus intervenciones, tan diferentes a las de Juan Ramón, el defensa del Valencia, arrollador y eficaz, pero sin constituir una sola vez peligro para sus contrarios.
Pero es que en los madridistas apenas si hubo un medio (Leoncito) y un delantero (Luis Regueiro), que demostraran la clase que encierran. Los demás no pusieron alma en la contienda; y arrebatos de violencia hubo, merced a Quesada y, sobre todo, a Bonet, que quisieron compensar de tan reprobable manera su insuficiencia manifiesta. Los tantos de una y otra parte son fiel reflejo del partido, pues mientras los del Valencia, dos en cada tiempo, fueron de irreprochable factura, el del Madrid lo consiguió Hilario después de haber rebasdo el esférico la línea de juego.
Ha sido, en consecuencia una gran tarde para el público, pero hemos de hacer un comentario antes de terminar. Cada día aparece en la Prensa, sin que hasta la fecha se haya conseguido evitar el mal: uno de los obstáculos que surgen frecuentemente lo constituye el mal arbitro. El fútbol ha conseguido atraer a numeroso contingente, que paga y observa los partidos desapasionadamente. Pues bien, esta afición, que es origen del auge de este espectáculo y que motivaría su decadencia si desapareciera, se muestra indignado de que un buen señor, porque salte el field investido de la autoridad máxima, pueda sancionar, caprichosamente, todo cuanto, quiera, sin que nadie le exija responsabilidad en sus apreciaciónnes.
Del Valencia, en esta tarde de juego entusiasta, se ha de hablar con encomio. La alineación de jugadores a casi nadie convencía desde que se había hecho pública. La mala forma de Cano, una sanción que pesa contra Goiburu y las lesiones que impedían la alineación de otros jugadores impuso la formación de un equipo que parecía no ofrecer seguridades de éxito. Y he aquí que la inclusión de Vilanova en el eje de la delantera y Nebot en su puesto de cancerbero han sido, con la tarde espléndida de la línea media, el impulso decisivo que ha fraguado la victoria más rotunda que se ha registrado en Mestalla durante todo un año.