Ficha de partido: 18.05.1952: Real Madrid 1 - 1 Valencia CF

Ficha de partido

Real Madrid
Real Madrid
1 - 1
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Manuel BadenesAsist: Quiliano Gago
5'
Descanso
45'
Molowny
48'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Chamartín
Aforo: 15.000 espectadores
Ubicación: Madrid (Madrid) 
Inauguración: 17/05/1924

Rival: Real Madrid

Records vs Real Madrid

Máximo goleador: Mundo Suárez (13 goles)
Goleador rival: Raúl (17 goles)
Mayor victoria: 6 - 0 (09.06.1999)
Mayor derrota: 1 - 7 (23.08.1990)
Más repetido: 1-2 (27 veces)

Crónica

Ya tenemos finalistas de la Copa del Generalísimo: Valencia y Barcelona. La amplia diferencia que el Barcelona obtuvo en Les Corts, le ha evitado toda grave preocupación eñ Valladolid. En cuanto al choque de Chamartín, la excelente barrera defensiva de los valencianos frustró los ataques de los locales, que dominaron mucho pero hubieron de conformarse con el empate. Decididamente el gol del último minuto en Mestalla fue resolutivo, pero el que los valencianos marcaron en Madrid, a los cinco minutos, amplió la distancia hasta esos dos goles, que los "merengues", con su actual formación delantera, no fueron capaces de neutralizar. Con lo que, a pesar del empate, Valencia quedó clasificado para disputar la final al Barcelona, en la postrer jornada próxima del torneo de Copa.

Probablemente cronistas y comentadores agotarán el tema de la reciente semifinal de Chamartín, atribuyendo los partidarios del equipo local a la mala fortuna, una vez más, los errores, o los fallos, de los propios delanteros, y es casi seguro que los tópicos circularán de una boca en otra para justificar las torpezas. Por ejemplo, oiremos hablar y leeremos montañosas consideraciones acerca del "gol en frío"; se añadirá que el Valencia "va a más" y hasta es probable que se invoque algún "penalty" como causa decisiva de la resolución adversa.

Palabras. Muchas palabras y... pocos delanteros efectivos. Porque la suposición de que los valencianos no habrían de jugar su carta con arreglo a los pecualiares métodos, era pueril. Y la sospecha de que la mejor calidad de juego madridista iba a imponerse sin arriesgar algo, parecía aún más absurda. No obstante lo cual, todo preconocido, el partido discurrió exactamente por los cauces que al Valencia, y a su estilo defensivo convenían. Ahora, en cambio, podemos jugar con los tópicos hasta el año próximo: Mientras los finalistas, con pleno deportivo derecho, juegan al fútbol su última opción a la Copa.

No se debe elogiar mucho el mecanismo dominador del Madrid, porque el Valencia le facilito la tarea. De donde se deduce que los levantinos tuvieron más fortuna en su táctica, puesto que fue la que, al cabo, logró los mejores resultados. Pero hubo en el cuadro madridista dos jugadores cuya torpeza corrió parejas con la indecisión: los extremos Sobrado y Arsuaga. De aquél, luego de la larga ausencia, esperábamos poco; de éste, jugador obstindamente incluido en el grupo, a título de una calidad que tuvo los más escasos destellos, resultó increíble la limitada y timorata colaboración.

Pero hay que insistir en el fracaso de estos dos futbolistas, porque por ellos fue el fracaso total del equipo durante el primer tiempo. En todas las ocasiones en que lograron escapar, enviaron sus centros altos, bombeados, a placer para el fácil despeje de una defensa, por arriba punto menos que infranqueable. La obstinación de esos extremos, la ceguera ante un problema que para los restantes jugadores y el entrenador parecía claro, resulta incomprensible y aleccionadora para el porvenir.

Todo lo contrario podría decirse, por lo tanto, de medios y defensas valencianos. Sobre el césped de Chamartín, tan opuesto al erial de Mestalla, los levantinos hicieron gala de esa resolución que es su mejor tónica de su juego. Sin brillanteces, pero con fórmulas rotundas, decisivas y seguras. Para profundizar en su reducto, era menester rasear la pelota. Pero esto sólo lo hacían los interiores madridistas, y como pronto quedó Pahiño en situación de inferioridad, a consecuencia de un choque con Puchades, la vanguardia del grupo local fueron solo dos hombres: Olmedo y Molowny.

El éxito, la reafirmación táctica del Valencia resultó clara durante el segundo tiempo. El gol marcado por Molowny apenas iniciado el segundo, plazo, surtió efectos contrarios a los que el público esperaba: el Madrid no elevó el tono de su juego, y el Valencia puso mayor coraje que nunca en la defensa de su terreno y de su marco. ¿Qué fue ampliamente dominado? A eso se habían conformado, "a priori", los forasteros, que, no obstante, lanzaban hábilmente a Pasieguito a Badenes y a Seguí, a unos ataques en flecha, que varias veces sorprendieron a la línea defensiva local. La que, por cierto, no tuvo una tarde feliz ni segura.

Al comienzo del partido, desplegó sus líneas el Valencia. Pasieguito fue conductor hábil y Badenes le secundó con más acierto que ocho días antes. Con todo, los locales llevaron la dirección del juego por el centro del terreno, pero sin profundizar. Puchades, en apoyo de sus defensas, devolvió todos los balones, creando el fútbol "aéreo" que al equipo mediterráneo le va a maravilla. A los cinco minutos se produjo el gol del Valencia. Una falta de Zárraga dio motivo a un envío largo de Asensi. Despejó flojamente Oliva, con la cabeza, y Badenes, bien situado, empalmó la pelota en forma de cucharón, y por encima del guardameta, alojó la pelota en el fondo del marco. El gol, eran ya dos tantos de ventaja, y toda la reacción impetuosa del bando local, chocó con la serena resistencia de los rivales, decididos ya a jugar a la defensiva.

El dominio local planteó constantes peligroo por el centro del campo, pero Pahiño, muy voluntarioso, sufrió un duro choque con Puchades, a los treinta y cinco minutos. Estuvo retirado unos minutos y luego jugó siempre en condiciones de inferioridad, más acusada durante la segunda parte. Después tuvieron Sobrado y Olmedo sendas oportunidades, mas los remates, luego de dibujar la penetración difícil, fueron mal dirigidos. Pero el plazo terminó con el 1-0, que alejaba al Madrid de toda esperanza de éxitos. Muy especialmente porque los "artilleros" brillaron por su ausencia.

Sin duda, las instrucciones fueron severísimas en el vestuario, porque el Madrid dio al comienzo de la segunda parte impresión de pretender jugarse el todo por el todo, y de la jugada inicial surgió el gol del empate, de factura análoga al que marcó antes Badenes. Salvo que ahora tocó el turno de Molowny, después de un centro corto de Sobrado. La explosión de entusiasmo fue unánime, y el Valencia retrasó de momento sus hombres para contener la avalancha, que, sin embargo, duró poco. Pasó al extremo derecha Olmedo, y Molowny, multiplicó sus esfuerzos por el centro. Pero los valencianos marcaron muy de cerca, y los locales no acertaron a moverse. Por el contrario, dos únicos delanteros, Pasieguito y Badenes, intentaron frecuentes asaltos al marco de Adauto y otra vez Oliva se mostró desconcertado, inseguro.

Las mejores ocasiones para deshacer la igualada estuvieron al alcance de Molowny, Olmedo y Sobrado. Aquél logró infiltrarse en una ocasión y dejar atrás los defensas, pero el disparo, por precipitación, no fue colocado, y Quique, que hizo un encuentro con olvido de todo alarde exhibicionista, rechazó la pelota con el pie. Luego tuvo Olmedo una excelente oportunidad, que falló en el tiro, y, por último, Sobrado a bocajarro, perdió, con la cabeza, la posibilidad de un remate terminante. En los últimos minutos, de intensa emoción, el Madrid se volcó sobre el marco valenciano, y el último "córner" fue despejado, empleándose todos con verdadera desesperación.

Aunque haya de reconocerse mejor calidad de juego al Madrid, más recordando el lance de Mestalla que el de Chamartín, la victoria definitiva del Valencia es justa. Triunfó la táctica defensiva sobre la fórmula acometedora que hubiera necesitado hombres decididos para abrir brecha. Y eso, con un arbitro discreto, fue todo lo que dio de sí la última semifinal.