Ficha de partido
FC Barcelona
1 - 3
Valencia CF
Equipos titulares
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Aloy
17'
Bernardino PasieguitoAsist: Antonio Puchades
29'
Descanso
45'
Manuel BadenesAsist: Juan Cabillo
73'
Quiliano Gago
78'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: FC Barcelona
Records vs FC Barcelona
Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (36 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)
Crónica
Clara y precisa, como trazada con tiralíneas, resultó la derrota del Barcelona. Su derrota frente al Valencia fue absoluta y sin paliativos. Ya sé que es inevitable, llegado a este punto, hacer referencia a la lesión que aquejó a Kubala. Pero incluso teniendo en cuenta esta fortuita circunstancia, el percance de Kubala podría explicar en parte la falta de eficacia de la delantera azulgrana, pero de ningún modo los desaciertos defensivos y los fallos de sus zagueros que fueron los que dejaron, en definitiva, al Barcelona sin un punto siquiera. Este es el aspecto más grave del fracaso que acusó el Barcelona, porque no sólo el equipo demostró carecer del conjunto más elemental y tener alguno de sus mejores hombres falto de forma, sino que incluso a sus defensas y portero internacionales alcanzó el desbarajuste de las restantes lineas.
En estas condiciones causará menos extrañeza saber que el Barcelona terminase el encuentro atado de pies y manos y noqueado por un tres a uno en contra. El Valencia, su vencedor, comenzó el partido en situación de inferioridad, cediendo toda la iniciativa al Barcelona, pero no perdió la cabeza ofuscado por esa preocupación defensiva, a la que se sacrifican todas las posibilidades, que parece inevitable se apodere de los equipos en campo ajeno. Ese fue el gran acierto del Valencia y la contribución que puso de su parte para ganar el partido. No debe olvidarse que Puchades tuvo una actuación soberbia en todo momento. Se bastó y sobró para hacer muchas cosas positivas además de marcar a Kubala con enorme eficacia. Puchades y, con él, el resto de los elementos defensivos del Valencia fueron como una esponja que empapase todos los intentos ofensivos del Barcelona. Cubierto con soltura este objetive de contención, el Valencia no vaciló ni cuando una Jugada insegura da Quique, a contrasol, le costó el primer gol del partido a los dieciocho minutos de la primera parte. Superado el bache, el Valencia siguió jugando con el mismo temple que antes y consiguió llegar al descanso empatado a un gol.
En la primera parte, de desarrollo normal, perdió el Barcelona el partido. La iniciativa que creó las condiciones en que se piodujo su gol fue siendo neutralizada poco a poco por el Valencia. Y a partir del empate, aunque momentáneamente dominase el Barcelona, tal vez incluso de manera más acusada al reorganizar el Valencia su dispositivo, quedó de relieve que sería muy difícil para el Barcelona recobrar un resultado favorable que había dejado escapar. La lesión de Kubala al final del primer tiempo y su alineación de exterior izquierdo, agravó todavía más el problema de la ineficacia de la delantera del Barcelona.
La iniciativa con que había amenazado al Valencia al comienzo del partido perdió por completo su persistencia y su intensidad, embotada en la eficiencia defensiva del Valencia, que, bien apoyado en sus medios, a lo largo de una tesonera labor fue nivelando las fuerzas. En estas circunstancias; el empate a un gol en el descanso, sobre no constituir una sorpresa para nadie, preparó el ánimo de muchos para lo peor.
Después de presenciar cómo el Barcelona, tras cobrar un gol, había ido dejando al Valencia nivelar el partido y anular su ventaja, manteniendo luego el juego en un discreto nivel defensivo, sin alocamlentos ni apuros, el desarrollo de la segunda parte no pudo sorprender a nadie. Lo que no obstante nadie admitirá es que los jugadores del Barcelona aceptasen la lección del Valencia sin pestañear, sin que ninguno de ellos se sintiese llamado a la vía del esfuerzo total, sin que ninguno reaccionase para oponerse a quienes se les estaban comiendo el partido en sus propias barbas. Lo contrario de esta actitud pasiva y conformista es lo que la mayoría hubiese querido ver en los Jugadores del Barcelona. Pero el Barcelona abdicó su iniciativa y se redujo a fabricar en el centro del campo un fútbol que carecía de todas las cualidades necesarias para hacer frente a la situación, que moría sin remisión en las afueras del área del Valencia, herméticamente cerrada al Barcelona.
La posición adelantada de la defensa del Barcelona fue la causa ocasional de su derrota. Una jugada del ala izquierda de la delantera del Valencia sorprendió a Calvet casi en medio del terreno. Acudió Biosca a tapar el boqueta pero dejó desamparado a Ramallets, que salió infructuosamente. Los delanteros del Valencia, con una serie de pases, se acercaron a la puerta del Barcelona y Badenes empujó la pelota a puerta batida. La jugada fue rápida y provocó una débil protesta por supuesto fuera de juego que, en caso de existir, lo fue al comenzar la jugada pero no en su desenlace. El arbitro, mal situado, consultó con la mirada al linier y al no ver serial alguna se limitó a conceder el gol.
Así, a los veintisiete minutos de la segunda parte, el partido se inclinaba hacia el Valencia. Aunque mejor debiera decirse que se decidía, pues al Barcelona, que había sido incapaz de aprovechar su ventaja ni de mantener el empate a uno, no le quedaba nada por hacer ante este dos a uno en contra. Además, el arbitro Rivero parecía dispuesto a intervenir lo menos posible en un partido que también él consideraba, al parecer, decidido.
Como para disipar la posible duda que este gol pudiera haber dejado pendiente sobre el resultado, llegó el tercero de los del Valencia. Fue un gol del mismo corte gris que caracterizó tres de los cuatro que se marcaron en total. Una salida en última instancia de Ramallets fue batida por Gago al rematar una escapada a que dio lugar el rebote en el propio Gago de un despeje de Segarra. Este gol, a los treinta y dos minutos de la segunda parte, arrebató al juego el escaso Interés que todavía poseía. El Valencia se dedicó desde aquel momento a mantener su ventaja y el Barcelona, aunque parezca increíble, malogró en los últimos diez minutos del partido más ocasiones ante la puerta del Valencia que en el resto del encuentro. En estos diez minutos, Quique repelió con el pie un remate a boca jarro de Basora. Aloy desperdició una entrega de César en la misma boca de la puerta; el propio Cesar falló un disparo por precipitarse, y Nicolau malogró el remate de un tiro indirecto que templó Kubala. El desánimo que habla invadido al Barcelona fue, en estos momentos que pudieron ser decisivos, su peor enemigo.
En estas condiciones causará menos extrañeza saber que el Barcelona terminase el encuentro atado de pies y manos y noqueado por un tres a uno en contra. El Valencia, su vencedor, comenzó el partido en situación de inferioridad, cediendo toda la iniciativa al Barcelona, pero no perdió la cabeza ofuscado por esa preocupación defensiva, a la que se sacrifican todas las posibilidades, que parece inevitable se apodere de los equipos en campo ajeno. Ese fue el gran acierto del Valencia y la contribución que puso de su parte para ganar el partido. No debe olvidarse que Puchades tuvo una actuación soberbia en todo momento. Se bastó y sobró para hacer muchas cosas positivas además de marcar a Kubala con enorme eficacia. Puchades y, con él, el resto de los elementos defensivos del Valencia fueron como una esponja que empapase todos los intentos ofensivos del Barcelona. Cubierto con soltura este objetive de contención, el Valencia no vaciló ni cuando una Jugada insegura da Quique, a contrasol, le costó el primer gol del partido a los dieciocho minutos de la primera parte. Superado el bache, el Valencia siguió jugando con el mismo temple que antes y consiguió llegar al descanso empatado a un gol.
En la primera parte, de desarrollo normal, perdió el Barcelona el partido. La iniciativa que creó las condiciones en que se piodujo su gol fue siendo neutralizada poco a poco por el Valencia. Y a partir del empate, aunque momentáneamente dominase el Barcelona, tal vez incluso de manera más acusada al reorganizar el Valencia su dispositivo, quedó de relieve que sería muy difícil para el Barcelona recobrar un resultado favorable que había dejado escapar. La lesión de Kubala al final del primer tiempo y su alineación de exterior izquierdo, agravó todavía más el problema de la ineficacia de la delantera del Barcelona.
La iniciativa con que había amenazado al Valencia al comienzo del partido perdió por completo su persistencia y su intensidad, embotada en la eficiencia defensiva del Valencia, que, bien apoyado en sus medios, a lo largo de una tesonera labor fue nivelando las fuerzas. En estas circunstancias; el empate a un gol en el descanso, sobre no constituir una sorpresa para nadie, preparó el ánimo de muchos para lo peor.
Después de presenciar cómo el Barcelona, tras cobrar un gol, había ido dejando al Valencia nivelar el partido y anular su ventaja, manteniendo luego el juego en un discreto nivel defensivo, sin alocamlentos ni apuros, el desarrollo de la segunda parte no pudo sorprender a nadie. Lo que no obstante nadie admitirá es que los jugadores del Barcelona aceptasen la lección del Valencia sin pestañear, sin que ninguno de ellos se sintiese llamado a la vía del esfuerzo total, sin que ninguno reaccionase para oponerse a quienes se les estaban comiendo el partido en sus propias barbas. Lo contrario de esta actitud pasiva y conformista es lo que la mayoría hubiese querido ver en los Jugadores del Barcelona. Pero el Barcelona abdicó su iniciativa y se redujo a fabricar en el centro del campo un fútbol que carecía de todas las cualidades necesarias para hacer frente a la situación, que moría sin remisión en las afueras del área del Valencia, herméticamente cerrada al Barcelona.
La posición adelantada de la defensa del Barcelona fue la causa ocasional de su derrota. Una jugada del ala izquierda de la delantera del Valencia sorprendió a Calvet casi en medio del terreno. Acudió Biosca a tapar el boqueta pero dejó desamparado a Ramallets, que salió infructuosamente. Los delanteros del Valencia, con una serie de pases, se acercaron a la puerta del Barcelona y Badenes empujó la pelota a puerta batida. La jugada fue rápida y provocó una débil protesta por supuesto fuera de juego que, en caso de existir, lo fue al comenzar la jugada pero no en su desenlace. El arbitro, mal situado, consultó con la mirada al linier y al no ver serial alguna se limitó a conceder el gol.
Así, a los veintisiete minutos de la segunda parte, el partido se inclinaba hacia el Valencia. Aunque mejor debiera decirse que se decidía, pues al Barcelona, que había sido incapaz de aprovechar su ventaja ni de mantener el empate a uno, no le quedaba nada por hacer ante este dos a uno en contra. Además, el arbitro Rivero parecía dispuesto a intervenir lo menos posible en un partido que también él consideraba, al parecer, decidido.
Como para disipar la posible duda que este gol pudiera haber dejado pendiente sobre el resultado, llegó el tercero de los del Valencia. Fue un gol del mismo corte gris que caracterizó tres de los cuatro que se marcaron en total. Una salida en última instancia de Ramallets fue batida por Gago al rematar una escapada a que dio lugar el rebote en el propio Gago de un despeje de Segarra. Este gol, a los treinta y dos minutos de la segunda parte, arrebató al juego el escaso Interés que todavía poseía. El Valencia se dedicó desde aquel momento a mantener su ventaja y el Barcelona, aunque parezca increíble, malogró en los últimos diez minutos del partido más ocasiones ante la puerta del Valencia que en el resto del encuentro. En estos diez minutos, Quique repelió con el pie un remate a boca jarro de Basora. Aloy desperdició una entrega de César en la misma boca de la puerta; el propio Cesar falló un disparo por precipitarse, y Nicolau malogró el remate de un tiro indirecto que templó Kubala. El desánimo que habla invadido al Barcelona fue, en estos momentos que pudieron ser decisivos, su peor enemigo.