Ficha de partido: 07.10.1945: Real Madrid 1 - 1 Valencia CF

Ficha de partido

Real Madrid
Real Madrid
1 - 1
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Descanso
45'
Vidal
57'
Silvestre Igoa
62'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Chamartín
Aforo: 15.000 espectadores
Ubicación: Madrid (Madrid) 
Inauguración: 17/05/1924

Rival: Real Madrid

Records vs Real Madrid

Máximo goleador: Mundo Suárez (13 goles)
Goleador rival: Raúl (17 goles)
Mayor victoria: 6 - 0 (09.06.1999)
Mayor derrota: 1 - 7 (23.08.1990)
Más repetido: 1-2 (27 veces)

Crónica

Inútilmente los, entrenadores tratarán de modificar las fórmulas de juego. Cuando los programas anuncien un encuentro Madrid-Valencia, sabremos siempre que, con independencia, del resultado, la calidad del juego la harán los madrileños, y la brusquedad de las fórmulas vendrán impuestas por los valencianos. Este partido hubo de atenerse a las características peculiares, y por quererlas respetar, las superó desde su punto de vista cada grupo, bordando un juego brillante espectacular, pero ineficaz, los madrileños, y echándole toda la rudeza, él ímpetu y algunas veces la violencia de que son capaces los valencianos.

Con unos y con otros, las características no han cambiado apenas, entre otros motivos, porque apenas, si han cambiado los hombres, que se atienen a sus veteranísimos procedimientos para fabricar el juego. Un juego que fue brillante durante casi todo el primer tiempo, cuando las dos líneas de medios empujaron titánicamente a sus delanteros al ataque, sin resultados positivos, y en notorio descenso cuando en el segundo plazo, el dominio, del Madrid no tuvo enfrente más que el soberbio trío defensivo levantino, amparado en ese jugador-ariete, que es el medio centro Monzó, y que el domingo contuvo, casi solo, los inofensivos alardes de los interiores madridistas y los algo más arriesgados ímpetus del centro, Pruden.

Por lo demás, el juego, con sus características de vejez, de dureza y de malabarismo sin provecho, logró impresionar al público, que mostró su apasionamiento antes de comenzar, cuando el Valencia fue silbado, copiosamente al aparecer, sin duda porque los aficionados no se han explicado, todavía aquel resultado en Mestalla, que perjudicó notablemente a los madridistas. O porque muchos de los que protestaron se lo explicaban demasiado.

Ausentes tantos delanteros de los que parecen indispensables, serían pueriles las censuras por, ésta o la otra formación, que han de estar supeditadas a los jugadores de que el entrenador puede disponer. En esta ocasión, Elzo y Borbolla fueron los interiores que, en rigor, sólo lograron recordar con nostalgia a los lesionados. Las fórmulas del trenzado brillante de pases son muy bonitas cuando alguna vez van rubricadas con disparos que, lleguen o no a la red, prueban posibilidades de eficacia. Si, por el contrario, se interpretan exclusivamente como ejemplo del estilo dulzón y recargado, llegar a empalagar tanto, que se tornan insoportables. Que es lo que aconteció cuando, mediado el segundo tiempo, en pleno dominio local, una y cien veces Borbolla y Elzo se plegaron, replegaron y redoblaron, sin hallar jamás la oportunidad de hacer un discreto envío a la meta rival. Por el contrario, el Valehcia, a la defensiva, dejó tres delanteros, que en los avances raros, pero profundos, estuvieron más cerca de la meta, de Bañón que nunca lo consiguieron los dos citados interiores locales de la de Eizaguirre.

Con todo el estruendo de la instrumentación defensiva de la pareja Sáenz-Juan Ramón, es indudable que Pruden, servido por uno solo de esos interiores ausentes por lesionados, habría logrado su finalidad o abierto el resquicio para que otros la lograran. Otros que no fueran los dos apuntados, cuyo juicio queda así, definitivamente, hecho. Toda la primera parte fue de impresionante esfuerzo madridista y de soberbias reacciones defensivas valencianas. Los medios jugaron asombrosamente, pero su trío central superó al rival en el acierto del pase a sus delanteros, logrando que éstos evolucionaran más tiempo en campo contrario.

En el conjunto valenciano, el centro, Monzó, se reveló como el hombre de infatigable esfuerzo, capaz de incluirse como un tercer defensa y pasar al ataque con toda la frecuencia posible, sin dar nunca señales de fatiga. Los tres medios del Madrid frenaron absolutamente los intentos enemigos, y con insuperables aciertos pasaron la pelota a sus delanteros, que la malgastaron en fintas y controversias, en las que siempre los ásperos defensores contrarios llevaron la mejor parte. Con una excepción: Pruden hizo un excelente delantero centro, "a su aire", pero dotado de una flexibilidad y una profundidad, que no hallaron sino raramente colaboradores que sirvieran eficazmente sus anhelos.

El lógico cansancio frenó las velocidades en la segunda parte. Empero, los seis medios siguieron batallando con rigor, pero entonces los delanteros valencianos, tan veteranos como expertos algunos, iniciaron algunos avances, que "secaron" exactamente los defensas Clemente y Corona. Detrás, en las pocas intervenciones, Bañón dio señales de nervosismo o impaciencia, que ya habíamos atisbado, al lado dé seguridades rotundas. Y enfrente, Eizaguirre fue el magnífico jugador donde todo son seguridades positivas. Sin alternativas inquietantes. Dos tantos se marcaron: el primero, a los quince minutos, en un buen avance del Madrid por el ala, izquierda. El pase de Elzo a Vidal sirvió a éste para internarse y lograr, de un buen tiro cruzado, el disparo raso que llegó a la meta. Luego, la furiosa reacción valenciana llegó al campo madrileño, y en una buena escapatoria, el tiro de Lujan rebotó en el poste, ante el asombro y la perplejidad de Bañóñ, y entonces Igoa, oportunista, recogió la pelota y la envió indefectiblemente al fondo de la red.

Hasta el final, y como el Valencia se conformara con el empate, excepto en dos escapadas, el dominio del Madrid planteó frecuentes situaciones angustiosas, que, sin embargo, no se resolvieron con disparos, sino más bien con barullos, en los que los defensas, amenazados, pusieron toda su decisión. Tan sólo tres magníficos remates de Msúa y Pruden y otras tantas paradas brillantísimas, excepcionales, del guardameta. Pese al desnivel en la balanza del juego, el resultado en el marcador no puede ser tildado de injusto. En todo caso, es sensible que los delanteros no.sepan tirar un poco más a gol. Pero el secreto de esas ineficacias no lo podría explicar ni el entrenador...

Sobre todos, Ipiña, con la más brillante y desconcertante concepción de juego. Luego, y por el orden, Monzó, Huete, Moleiro, Asensi y Lecue. Firmes y seguros los defensas, con alardes de rudeza, que a veces son reprobables, y seguros los porteros en sus marcos. Y en los ataques, casi borrados los veteranos del Valencia; Pruden el mejor del Madrid, con Igoa, como elemento el más activo de los forasteros. Respecto al arbitro, tan meticuloso como severo, sólo habríamos de reprocharle el afán de entender en lo, exageradamente leve y desentenderse de lo marcadamente grave. Sobre todo en los recintos peligrosos. Mas achaques son éstos que no empañan un arbitraje demasiado difícil, por exageradamente apasionado el ambiente dentro y fuera de la cancha.