Ficha de partido: 15.11.1959: Atlético de Madrid 0 - 0 Valencia CF

Estadio



Nombre: Metropolitano
Aforo: 25.000 espectadores
Ubicación: Madrid (Madrid) 
Inauguración: 13/05/1923 (Demolido en 1966)

Rival: At. Madrid

Records vs At. Madrid

Máximo goleador: Mundo Suárez (16 goles)
Goleador rival: Luis Aragonés (12 goles)
Mayor victoria: 9 - 1 (13.09.1936)
Mayor derrota: 0 - 5 (10.11.1985)
Más repetido: 1-1 (22 veces)

Crónica

Mucho antes de que llegara a nuestras pantallas el espléndido "Orfeo negro", de Camus, el fútbol hispano se había puesto a bailar desenfrenadamente ritmos brasileños. "Tate!", habían exclamado los directivos de los clubs españoles al var cómo la selección del Brasil ganaba el Campeonato mundial. "Aquí está lo que necesitamos." E inmediatamente comenzaron las gestiones para importar, al precio que fuera, ases y preparadores brasileiros. En el fondo, todo hay que decirlo, salía más barato un campeón mundial que un suplente indígena.

Las excelencias del soberano acierto, hecho posible aquel lejano día en que la Delegación Nacional de Deportes derogó, sin tomar las necesarias precauciones, la llamada "Ley Moscardó", no se habían visto con toda claridad hasta esta décima jornada de Liga, que nos brindó el ejemplar encuentro Atlético-Valencia, en el Metropolitano. En esta ocasión, las "virtudes" de Ramiro, Alvaro, Joel, Walter y Otto Bumbel, que estaba sentadito en su rincón, brillaron cegadoramerte.

Ese portento de táctica que es el 4-2-4, nos deparó el placer de noventa minutos sin un solo gol, que es mucho más de lo que los buenos aficionados podían desear. Y por si fuera tanto encanto poco, el Sr. Gómez Contreras hizo alarde de que a brasileño a él nadie le gana, al contemplar sin un pestañeo toda la gama de lindezas pugilísticobrasileñas que menudearon a lo largo del partido. Cosas todas que sentimos tener que decir, previendo el disgusto que nuestra encantadora y ya habitual comunicante Rosa de Silva se llevará a estimar nuestra hostilidad a su encantador país, sin saber que lo amamos tiernamente desde que nos sedujo con aquello de "¡Bahía, Bahía!", de la mano del Sr. Walt Disney.

Valencianos y madrileños se colocaron en el campo con tanto esmero, que durante más de media hora larga los dos equipos parecían conjuntos de Segunda División, y su juego la evocación intencionada de aquel fútbol que practicábamos hace ya más de treinta años, los que hoy, por pesadez de las piernas, dedicamos las muñecas al infausto ejercicio de escribir futbolerías.

Entradas saltando con los pies por alto, globos, voleas, pases al contrario, carreras de muchos hombres tras la pelota, todo, todo, como cuando en mi pueblo jugábamos los del "Infancia" contra los del "Astúrica", con la única diferencia de que aquellos partidos podían terminar con empate a nueve y éste concluyó con empate a cero.

El Valencia jugaba en teoría el 4-2-4 brasileño, pero en realidad un 4-3-3 que agolpaba los hombres en el centro del terreno. El Atlético no jugaba nada. Se amontonaba con admirable tesón y rebotaba en la durísima barrera defensiva formada por Piquer, Quincoces, Sócrates y Mestre, que hacía saltar chispas al menor roce. Collar, inteligentísimo, lo vio el primero y desde aquel mismo instante se dedicó a corretear por esos sitios en los que él sabe que no llega un balón ni por milagro.

Ya tenemos un rojiblanco descolocado. Miguel, viendo que Mestre le superaba en velocidad y en potencia, buscó por el centro zonas de penetración que no existían. Ya tenemos otro rojiblanco descolocado. Walter cumplía la misión de medio de ataque, pero jugaba en posiciones intermedias. Ya tenemos un valencia no descolocado. Tercero, bajaba a completar un terceto volante y, ya tenemos el segundo levantino descolocado. Total, que el centro se superpobló, las delanteras se debilitaron y las defensas, duras, sobre todo la blanca, crecidas, holgadas, impusieron su signo al partido. Por eso, si los rojiblancos, lograron la dificilísima marca de lanzar tan sólo ocho tiros a puerta, los levantinos, más atentos a la defensa propia, les superaron, disparando siete veces contra, el marco de Pazos. Acabó así el partido con empate a cero justísimo. Si hubiera habido suerte, hubiera concluido con empate a dos, ya que cada vanguardia, malogró dos oportunidades clarísimas de hacer gol.

El incidente más gravé de un partido parecido a la rueda de un afilador en lo chispeante fue el que se produjo a los cuarenta y un minutos del segundo tiempo, cuando Walter de un cabezazo le partió el labio superior a Adelardo. No puede haber disculpas para la fea agresión del brasileño. Golpe de ventajista, topetazo de riña portuaria, que no vio el arbitro, pero que vio perfectamente uno de los jueces de línea. Pero si Walter merecía la expulsión, el verdadero culpable es el Sr. Gómez Contreras. Porque la breve historia del suceso es ésta. Adelardo había hecho una entrada intencionada de juego peligroso a Walter y esté había alzado los brazos reclamando al arbitro, que presenciaba la falta, el correspondiente castigo. El Sr. Gómez Contreras se había inhibido, dejando rodar la pelota, y entonces el negro, tras perseguir a Adelardo, le había derribado también intencionadamente. Al levantarse el interior rojiblanca e irse hacia Walter, éste le largó el topetazo imprevisto, de arriba abajo, que fulminó al madrileño, cuando Gómez Contreras estaba ya de espalda. No podemos ni querernos justificar la agresión. Jamás puede el jugador tomarse la justicia por si mismo. Pero es indudable que si el arbitro hubiera castigado la primera falta y que vio perfectamente, no se hubiera producido la inmediata y posterior agresión.

Después del incidente, Walter rehuyó toda entrada en terreno peligroso, con lo que el Valencia perdió no poca de su fuerza, que le hubiera valido tal vez para vencer cuando el Atlético, escorado por las lesiones de Ramiro y Collar, ya no ponía más que entusiasmo en la pelea. Los jugadores de los dos bandos siguieron cascándose de lo lindo. Merecen especiales plácemes en esta actitud Piquer, Mestre, Alvarito y Rivilla, en este órden.

En resumen, el partido fue malo. Tuvo la emoción del resultado incierto, y momentos de vivacidad, pero jamás juego de clase. La delantera rojiblanca era incapaz de atravesar el férreo bastión blanco, y la vanguardia blanca, lentísima en sus contraataques, tampoco profundizaba casi nunca. En las pocas ocasiones que lo hizo, Joel, perdió un gol ultrahecho que hubiera desmoronado a su adversario. Collar perdió otro gol para que hasta en esto hubiera empate, y luego, aunque hubo otras dos oportunidades buenas, pero menos claras, una por cada bando, los pocos balones que llegaron hasta Pesudo y Pazos eran parables. Algunas jugadas muy buenas de Vavá estuvieron a punto de ser culminadas con éxito, pero a última hora Quincoces, eficacísimo, acertó a romperlas.