Ficha de partido: 28.02.1979: FC Barcelona 4 - 1 Valencia CF

Ficha de partido

FC Barcelona
FC Barcelona
4 - 1
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Rainer Bonhof (Pen.)
5'
Zuviria
17'
Olmo
35'
Descanso
45'
Krankl
68'
Mario Kempes
68'
José PalmerÁngel Castellanos
74'
Zuviria
79'
Heredia
82'
CostasZuviria
87'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Camp Nou
Aforo: 99.354 espectadores
Ubicación: Barcelona (Barcelona) 
Inauguración: 24/09/1957

Rival: FC Barcelona

Records vs FC Barcelona

Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)

Crónica

No se puede quejar Lucien Muller. Pedia antes del partido dos goles de ventaja para viajar con relativas garantías al choque de vuelta de «Luis Casanova» y, a la hora de la verdad, su deseo se ha visto realizado con creces. Ahí es nada ese tanto de propina, materializado por «Milonguita» Heredia en los compases postreros del encuentro, que pone la eliminatoria de marcado color azulgrana, por mucho que Marcel Domingo y sus «boys» (hay que preverlo por que es su última carta de una temporada infausta) quemen naves para intentar lograr el «milagro».

Si el 4-1 final queda redondo desde el prisma barcelonista, hay que adelantar que el camino hasta el éxtasis no tuvo nada de fácil. Los azulgrana, que salieron en tromba, vieron cortadas de cuajo sus ilusiones con el rápido contragolpe valencianista que dio origen al penalty, transformado contundentemente por Bonhoff. Más de uno, en el campo, evocó lo ocurrido poco tiempo atras en el partido de Liqa disputado en el «Camp Nou» entra ambos «onces» y que concluyó con empate a un tanto. ¿Volvería a tropezar el Barça en la piedra «che»? El interrogante se mantendría durante muchos minutos y sólo a base de una entrega indesmayable los azulgrana acabarían salvando satisfactoriamente la papeleta.

Ya de entrada se advirtió que el recuerdo de este choque reciente iba a pesar en el desarrollo de los acontecimientos. Influyó, sin duda, en el planteamiento de los dos técnicos. Marcel Domingo, que debió quedar contento de cómo respondió su equipo en aquella ocasión, repitió, punto por punto, la misma estrategia. Dejó delante únicamente a dos hombres, Kempes y Felman, vigilados respectivamente por Migueli y De la Cruz; en el centro del campo, más orientados a la defensa que al ataque, un cuarteto formado por Arias, Saura, Solsona y Castellanos, que se emparejaban a Asensi, Zuviría, Neeskens y Martínez (sin tanto rigor por lo que atañe a estos dos últimos); atrás, con Bonhoff (al parecer se arreglaron las desavenencias internas o al menos se pospusieron para más adelante) de «libero» y Carrete, Botubot y Cerveró cuidando, respectivamente, de Carrasco, Krankl y Heredia.

La idea de Marcel era evidente: en primer término fortalecer una cobertura que, como luego pudo apreciarse, deja mucho que desear, empezando por el portero Pereira, y que necesita la acumulación de elementos para ir trampeando; en segundo lugar, atraer a los barcelonistas a un ataque total, que permitiera lo que es la mejor arma «blanca», un contragolpe que nace en los medidos servicios de larga distancia de Bonhoff y de Solsona y que tiene en «Marito» Kempes y en Felman a dos «martillos» imparables.

Lucien Muller, con la lección bien aprendida, intentó contrarrestarla a base de ordenar una mayor presión sobre esos hombres que lanzan el contrataque valencianista. Así, el feroz «pressing» azulgrana, que nos recordó etapas anteriores, con Micheis y Cruyff en el equipo, decantó los inicios del juego del lado barcelonista. Pero el fútbol, ya se sabe, tiene chispazos imprevisibles y así, cuando mayor era el acoso azulgrana, llegó la mortífera estocada de Felman, que ponía muy cuesta arriba la eliminatoria.

Sin embargo, los jugadores barcelonistas digirieron el mazazo mejor de lo que se hubiera podido pensar. La garra que el equipo viene exhibiendo fundamentalmente en el «Camp Nou», salió nuevamente a relucir y el asalto al área valencianista recobró toda su fuerza. Los córners llovían sobre el marco de Pereira y aunque se llegaba más a impulsos de genio que no de acciones profundas, el gol, tarde o temprano tenía que cristalizar. Una vez más, lo haría realidad ese «cañonero» de oro de que es Hansi Krankl, en una jugada de típico oportunismo. Las espadas estaban otra vez en alto y, en principio, se había corregido un desliz, importante, pero quedaba todavía lo más difícil por hacer. El Valencia no se inmutó tampoco y siguió capeando la ofensiva barcelonista sin atenerse a ninguna floritura, alejando el balón de su área son contemplaciones. El «Barça» quería, pero no podía, porque un viejo defecto ya conocido, al equipo le faltan «luces» atacantes a la hora de profundizar. El centro del campo no servía balones en buena disposición y de los tres «puntas» sólo Heredia superaba abiertamente a su par, constituyendo el hombre más peligroso, sin duda, para la zaga visitante. Krankl mantenía un duelo sin cuartel con el tosco Botubot y Carrasco demostraba que todavía está un poco «verde» para lidiar con hombres curtidos como el veterano Carrete.

Fue, el del resto del primer período, un tiempo monocorde. Ataques poco ordenados del «Barca» y defensa a lo que saliera del Valencia. Pero el 1-1 no se movía, pasaban los minutos y siempre, como espada de Damocles, pendía la amenaza de Felman y de Kempes. Corría el minuto 32 cuando el apasionado Estadio enmudeció como si hubiera visto un espectro: el del 1-2. Le faltó, un pelo para que se concretase. Un largo desplazamiento de Bonhof lo recogió Kempes en situación dudosa y en veloz «sprint» se plantó ante Artola, que en su salida logró evitar el rápido remate y obligar a que el argentino se escorase mucho hacia la derecha, pero cuando Kempes pudo finalmente meter la zurda, el gol pareció irremediable y sólo la intervención de Migueli, providencial sobre la misma línea de gol, evitó que el 1-2 subiera al marcador. Dos buenos remates de Zuviría y Heredia fueron escaso consuelo para tranquilizar a la parroquia antes del descando. En aquellos momento, nadie hubiera imaginado como se saldaría el cotejo.


Los primeros veinte minutos de la segunda mitad no sirvieron, precisamente, para alentar las esperanzas barcelonistas. Al contrario, el juego había decaído abiertamente por las dos partes y Pereira ya no se veía en problemas. Sólo un balón robado por Martínez estuvo a punto de darles un disgusto a los valencianistas. Quizá esta misma tranquilidad fue la causa de su perdición. El Valencia, a nuestro juicio, cometió el grave error de contentarse con el 1-1 y casi renunciar al contraataque. Obligar a la defensa barcelonista a no descuidar sus «bases» hubiera sido una saludable medida de protección, por descuidarla, por dedicarse a ir pasando el tiempo, se encontrarían sin posibilidad de reacción ante el desmelenamiento protagonizado por un hombre: Zuviría. «Torito» le llamaban en la Argentina natal y hay que convenir que Zuviría es un jugador de raza, de casta. Esta temporada, a las duras y a las maduras, ha figurado siempre entre los destacados y, lo que es más importante, cuando más necesario ha sido el golpe de pecho, el acierto que enderezase entuertos, Zuviría ha estado en primera línea. Ahí está para recordarlo, aquel fabiuloso tercer tanto que le marcó al Anderlecht ya a punto de concluir el partido, y que dio paso a una de las mayores proezas de la historia azulgrana. Y aquí quedan sus dos goles de anoche, dos goles de una precisión y frialdad impresionantes, que contrastan con el carácter indómito del «Torito». En él, en Zuviría, tuvo anoche el Barca al principal valedor y artífice de la rotunda victoria.

En pleno festival barcelonista y por si dos goles no fueran margen suficiente, Juan Carlos Heredia se encargó de cerrar la cuenta con un golazo. «Milonguita», que había realizado un gran partido, pechando con la dureza de la defensa visitante y dando la cara sin cesar, se merecía el premio. Un gol de esa factura que era a la vez un seguro a todo riesgo para afrontar la vuelta.

Ciertamente, en fútbol no puede darse nunca nada por sentenciado hasta que el árbitro ha pitado el final. Quedan noventa minutos en el «Luis Casanova» y ya nos atreveríamos a augurar que no tendrán nada de cómodos para los jugadores barcelonistas. Es mucho lo que le va al Valencia para que todo el equipo no se deje la piel en el empeño. No obstante, tres goles son muchos goles y un Barcelona que sepa afrontar con serenidad un ambiente sin duda cargado, debe clasificarse para los cuartos de final. Con todo, no habrá mejor garantía que acudir a Valencia sin triunfalismos, sabiendo que lo más temible del rival es, precisamente, su irregularidad y que en jornada de aciertos, Kempes y compañía, son capaces de cualquier cosa. Como muestra reciente, el 4-1 con que dejaron en la cuenta a una Real Sociedad a pleno rendimiento.