Ficha de partido
FC Barcelona
1 - 1
Valencia CF
Equipos titulares
4
11
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
David VillaAsist: Miguel Brito
16'
David Albelda
19'
Márquez
32'
Emiliano Moretti
38'
Descanso
45'
IniestaEdmilson
46'
Iniesta
48'
David NavarroRaúl Albiol
74'
Miguel Ángel AnguloDavid Villa
77'
SaviolaMessi
84'
Hugo VianaDavid Albelda
88'
Joaquín Sánchez
90'
Final del partido
91'
Estadio
Rival: FC Barcelona
Records vs FC Barcelona
Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (36 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)
Crónica
David Villa volvió a ser talismán frente al Barça y el Valencia dio un zarpazo en el Camp Nou. Otro año más... y van seis consecutivos. El equipo de Quique se adelantó en el marcador, en un primer tiempo brillante, y aunque después encajó el gol de Iniesta, supo sufrir y arrancó un meritorio empate que le permite seguir invicto. Un punto que sabe a poco. Pudieron viajar los tres a Valencia, pero también es cierto que el conjunto de Quique se arriesgó a regresar de vacío. Hubo un tiempo para cada equipo y ninguno fue capaz de hacer más de un gol.
La pena fue el balón que Villa mandó al poste a un suspiro para el intermedio, al que se debió llegar con ventaja de dos goles para el Valencia. Habría sido una renta definitiva, ante un Barça sometido. Sin embargo, tampoco hay que quejarse del empate cosechado. Un punto siempre es bueno en un recinto como el Camp Nou y ante el actual campeón de Europa, al que el Valencia no pierde de vista. Son, además, cuatro jornadas las transcurridas de una Liga que no ha hecho más que arrancar.
No pudo empezar mejor el partido para los de Quique. Un minuto después de cumplirse el primer cuarto de hora, Villa volvía a darle la noche a Valdés. El asturiano le tiene tomada la medida al Barça y en la primera ocasión de que dispuso, metió la pelota para dentro. La acción fue similar en su desenlace al gol que dio el triunfo al Valencia en el Calderón. Por el lado contrario, pero igual de impecable. Edu, Joaquín, Miguel y Villa. Perfecta. Mención especial para la subida por banda del lateral portugués.
El encuentro era muy táctico y, como el Valencia estuvo muy disciplinado, salió beneficiado. Jamás perdieron los blanquinegros el orden y la compostura, lo cual les permitió desbaratar todo intento ofensivo de un enemigo poderoso, inteligente y con toda la calidad del mundo, pero que nunca supo salir de la presión de un rival muy bien plantado. La única acción peligrosa local tuvo que ser a balón parado, producto de una falta inexistente de Ayala, pero que el árbitro señaló, en la frontal. Ronaldinho ejecutó con su maestría habitual, pero se encontró con un Cañizares también magistral, que acertó a despejar el cuero y forzar córner.
Con el 0-1 en lo alto, el Barcelona, lejos de redoblar su esfuerzo y ordenar sus ideas, lo que hizo fue aturullarse más y ser presa de unos nervios que comenzaron a llegar a la grada. Messi le creó algún problema a Moretti, aunque sin llegar a preocupar en exceso. No hubo más, porque ni la permuta de posiciones entre Ronaldinho y Eto’o dieron el resultado esperado. En lugar de profundizar por banda buscaban la diagonal hacia el centro y por allí era imposible pasar porque los valencianistas cerraban filas como nadie. Albelda y Edu. Vicente y hasta Joaquín hicieron kilómetros por doquier para abortar cualquier acción ofensiva local. El del Puerto de Santa María llegó incluso a sacar un balón en la frontal de su propia área, en un generoso trabajo no exento de derroche físico. Era lo que tocaba para entonces y nadie regateó nada. El Barça se ahogaba en terreno valencianista.
Y pudo ser peor. O mejor, según se mire, porque de nuevo Villa, minuto 42 metió un zapatazo con la zurda yendo a estrellarse el balón en el poste derecho de Valdés. Lástima, porque debió ser la sentencia a favor del equipo más inteligente, ordenado, sacrificado y mejor plantado que había sobre el terreno de juego. El fútbol, sin embargo, no entiende de justicia. Había que aguardar a ver lo que deparaba el segundo acto. Y su inicio no pudo ser peor para el Valencia. Un envío de Ronaldinho desde larga distancia permitió a Eto’o dejar el balón con la cabeza para que Iniesta –que llevaba tres minutos sobre el campo–, igualara el marcador.
El empate dio alas a un Barcelona que entonces sí que asustó. Llegaba una y otra vez con paredes, por el centro, por banda, en especial a cargo de Messi, todo dirigido e iniciado por un Ronaldinho que pone siempre el balón en el sitio justo. El Valencia sufría y Cañizares tuvo que impedir el segundo tanto local tras sutil y envenenado disparo de Deco. Hubo quince minutos terribles. El Valencia necesitaba aire. Joaquín acusaba ya el esfuerzo realizado. El andaluz tuvo que hacer de Angulo, es decir, trabajar para el equipo, y se le vio muy poquito por banda, hacia arriba. Su equipo, en esta segunda fase, tardó veinticinco minutos en llegar al área local. Ni una ocasión de peligro. Villa, inmenso en el periodo anterior, ya no tenía opciones de nada.
Por fortuna, los ímpetus barcelonistas bajaron un tanto y el Valencia se sintió cómodo defendiendo el empate. Apenas salía hacia delante, pero ya controlaba mejor. Fue entonces cuando se vieron plasmados sobre el césped dos estilos totalmente diferentes. El que tienen los dos conjuntos más cuajados del campeonato. Con lo que posee el Barcelona de medio campo hacia delante el riesgo siempre existía. Pero no había fuerzas como para pensar en esos momentos en desdoblarse y salir a la contra. Por eso nada cambió en los diez minutos finales, dedicados ya a tratar de romper el partido y dejar que el tiempo transcurriera.
La pena fue el balón que Villa mandó al poste a un suspiro para el intermedio, al que se debió llegar con ventaja de dos goles para el Valencia. Habría sido una renta definitiva, ante un Barça sometido. Sin embargo, tampoco hay que quejarse del empate cosechado. Un punto siempre es bueno en un recinto como el Camp Nou y ante el actual campeón de Europa, al que el Valencia no pierde de vista. Son, además, cuatro jornadas las transcurridas de una Liga que no ha hecho más que arrancar.
No pudo empezar mejor el partido para los de Quique. Un minuto después de cumplirse el primer cuarto de hora, Villa volvía a darle la noche a Valdés. El asturiano le tiene tomada la medida al Barça y en la primera ocasión de que dispuso, metió la pelota para dentro. La acción fue similar en su desenlace al gol que dio el triunfo al Valencia en el Calderón. Por el lado contrario, pero igual de impecable. Edu, Joaquín, Miguel y Villa. Perfecta. Mención especial para la subida por banda del lateral portugués.
El encuentro era muy táctico y, como el Valencia estuvo muy disciplinado, salió beneficiado. Jamás perdieron los blanquinegros el orden y la compostura, lo cual les permitió desbaratar todo intento ofensivo de un enemigo poderoso, inteligente y con toda la calidad del mundo, pero que nunca supo salir de la presión de un rival muy bien plantado. La única acción peligrosa local tuvo que ser a balón parado, producto de una falta inexistente de Ayala, pero que el árbitro señaló, en la frontal. Ronaldinho ejecutó con su maestría habitual, pero se encontró con un Cañizares también magistral, que acertó a despejar el cuero y forzar córner.
Con el 0-1 en lo alto, el Barcelona, lejos de redoblar su esfuerzo y ordenar sus ideas, lo que hizo fue aturullarse más y ser presa de unos nervios que comenzaron a llegar a la grada. Messi le creó algún problema a Moretti, aunque sin llegar a preocupar en exceso. No hubo más, porque ni la permuta de posiciones entre Ronaldinho y Eto’o dieron el resultado esperado. En lugar de profundizar por banda buscaban la diagonal hacia el centro y por allí era imposible pasar porque los valencianistas cerraban filas como nadie. Albelda y Edu. Vicente y hasta Joaquín hicieron kilómetros por doquier para abortar cualquier acción ofensiva local. El del Puerto de Santa María llegó incluso a sacar un balón en la frontal de su propia área, en un generoso trabajo no exento de derroche físico. Era lo que tocaba para entonces y nadie regateó nada. El Barça se ahogaba en terreno valencianista.
Y pudo ser peor. O mejor, según se mire, porque de nuevo Villa, minuto 42 metió un zapatazo con la zurda yendo a estrellarse el balón en el poste derecho de Valdés. Lástima, porque debió ser la sentencia a favor del equipo más inteligente, ordenado, sacrificado y mejor plantado que había sobre el terreno de juego. El fútbol, sin embargo, no entiende de justicia. Había que aguardar a ver lo que deparaba el segundo acto. Y su inicio no pudo ser peor para el Valencia. Un envío de Ronaldinho desde larga distancia permitió a Eto’o dejar el balón con la cabeza para que Iniesta –que llevaba tres minutos sobre el campo–, igualara el marcador.
El empate dio alas a un Barcelona que entonces sí que asustó. Llegaba una y otra vez con paredes, por el centro, por banda, en especial a cargo de Messi, todo dirigido e iniciado por un Ronaldinho que pone siempre el balón en el sitio justo. El Valencia sufría y Cañizares tuvo que impedir el segundo tanto local tras sutil y envenenado disparo de Deco. Hubo quince minutos terribles. El Valencia necesitaba aire. Joaquín acusaba ya el esfuerzo realizado. El andaluz tuvo que hacer de Angulo, es decir, trabajar para el equipo, y se le vio muy poquito por banda, hacia arriba. Su equipo, en esta segunda fase, tardó veinticinco minutos en llegar al área local. Ni una ocasión de peligro. Villa, inmenso en el periodo anterior, ya no tenía opciones de nada.
Por fortuna, los ímpetus barcelonistas bajaron un tanto y el Valencia se sintió cómodo defendiendo el empate. Apenas salía hacia delante, pero ya controlaba mejor. Fue entonces cuando se vieron plasmados sobre el césped dos estilos totalmente diferentes. El que tienen los dos conjuntos más cuajados del campeonato. Con lo que posee el Barcelona de medio campo hacia delante el riesgo siempre existía. Pero no había fuerzas como para pensar en esos momentos en desdoblarse y salir a la contra. Por eso nada cambió en los diez minutos finales, dedicados ya a tratar de romper el partido y dejar que el tiempo transcurriera.