Ficha de partido
RCD Espanyol
3 - 2
Valencia CF
Equipos titulares
2
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Carlos RuizVilches
45'
Descanso
45'
Enrique SauraAsist: César Ferrando
53'
Jiménez
59'
Murua
65'
Kurt WelzlPablo Rodríguez
72'
ZúñigaMurua
72'
Kurt WelzlAsist: Ángel Castellanos
77'
Marañón (Pen.)
88'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: RCD Espanyol
Records vs RCD Espanyol
Máximo goleador: Mundo Suárez (21 goles)
Goleador rival: Prat (9 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (28 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (19.10.2003)
Mayor derrota: 0 - 7 (10.06.1928)
Más repetido: 2-1 (25 veces)
Crónica
El Valencia, que no anda muy boyante en la actual competición liguera, había anunciado que llegaba a Sarria dispuesto a lograr su primera victoria de la temporada en campo contrario. That is the question, que de vencer, hubiese sido la primera victoria no se ve muy claro por qué el Español había de ser la victlrna predestinada. Cierto que los de Sarriá, tampoco han andado muy firmes hasta ahora, pero sin embargo tal vez resulte oportuno recordar que precisamente los banquiazules consiguieron arrancar un punto en el Luis Casanova, hazaña que no ha tenido imitadores, mientras que el domingo último, por otra parte, los hombres de Maguegui de traían de La Romareda un empate con honores de victoria.
En todo coso, los apriorísticos optimismos de Mestre no se veían demasiado claros. Y añadiría (opinión no hará falta decirlo, estrictamente personal), que una vez nos enteramos de que Solsona no sería alineado, aún pusimos más en cuarentena las posibilidades valencianistas, ya que a través de las actuaciones que hemos presenciado últimamente al equipo de la ciudad del Turia nos ha parecido que el ex barcelonista era el hombre determinante y decisivo. Pero esas consideraciones y otras tantas que pudieron hacerse, quedaron a última hora perfectamente desprovistas de sentido ante una circunstancia imprevisble que venía a añadirse a la confrontación: la copiosa cantidad de lluvia caída sobre nuestra ciudad en las últimas veinticuatro horas, capaz (como pudo perfectamente comprobarse) de convertir el terreno de juego de Sarriá en algo bastante parecido a una piscina.
Con aquel terreno de juego, ya no había especulaciones posibles. La única, en todo caso, era la de temernos una confrontación confusa y encrespada que recordase vagamente a un partido de fútbol. Pues no, señor. La inundacón del césped sarriorense que influyó muy directamente en las incidencias del match y determinó sustanciales alteraciones en acción y planteamiento, no impidió que presenciáramos un partido excelente, de punta a punta, disputado a un ritmo y con una fuerza verdaderamente impresionantes y con una espectacularidad y emoción, que no ha tenido parangón a lo largo de la temporada.
En el primer tiempo no hu goles, pero se jugó con potencia y velocidad por ambas partes y en la tarea de forzada adaptación a las condiciones semiacuáticas del piso, fueron mayoría los que lograron, sin registrarse más naufragos que los de Urbano y Arnesen, a los que la humedad les sentó fatal. Custers y Sempere, en las ocasiones que fueron inquietados (pocas pero de mayor compromiso), salvaron también con acierto sus respectivos marcos. Y en el capítulo de emparejemientos fue bien perceptible el acierto de Job y Carrete, que tuvieron por víctimas a Pablo y Marañón respectivamente, y los excelentes primeros 45 minutos de Roberto, que evidenció una impresionante faclidad pese al estado del terreno, circunstancia a la que no fue extraño el hecho de que su par teórico fuese Canito, siempre más alertado para la iniciativa y la propensión atacante que para las tareas de control personal.
Arnesen, Vilches, Roberto y Murúa se encargaron de los cuatro remates con mayor malignidad de todo el período, si bien el más espectacular y truculento fue un disparo de Carrete contra su propia puerta, que dio en el travesaño y salió a córner, apenas empezar. Hubo imprecisión en las entregas, condicionada por la enorme cantidad de agua almacenada en el terreno de Sarriá, pero hubo un ritmo de juego de mucho voltaje y un espíritu de lucha impresionante. El saber ofrecer fútbol y buen fútbol en aquel escenario era ya por sí sólo algo que invalidó todos nuestros temores. Y nos aguardaba un gran segundo tiempo.
Fuerte, combativo, agotador, tenaz. Un segundo tiempo que fue globalmente lo mejor que hemos visto este año en Sarriá y que nos mantuvo en vilo durante todo el período, que a su excelente calidad y potencia, tuvo la virtud de añadir un movimiento de marcador de apasionante y emotiva incertidumbre. Se adelantó el Valencia con un gol de Saura, un punto confuso y en el que lo resbaladizo del esférico y del piso tuvo intervención decisiva. Y seis minutos más tarde llegaba la igualada a uno, en un estupendo remate de cabeza de Jiménez, que ante su antiguo equipo, ha encontrado su mejor pulso de ataque.
Cinco minutos más tarde, y tras una volea de escalofrío de Molinos que rozó la madera, Murúa se escabullía oportunamente del control de Botubot y encuentra el hueco para, a pesar de la oposición de Sempere, adelantar al Español en el marcador. Es el 2—1 y en aquellos momentos, con el apoyo de un público que se entrega, el Español lanzado a una ofensiva implacable, pone cerco a la meta valencianista y engarza jugadas ofensivas espectaculares y profundas.
Pero el Valencia, que no se entrega, contraataca con peligro y en una de esas acciones, Welzl, acierta remachar de cabeza un balón que ha centrado Arnesen e inscribe el empate a dos en el marcador. La emoción llega a su punto culminante y seis minutos más tarde se registra la jugada que sentenciaría la contienda. Una profunda colada de Job, una zancadilla al blanquiazul y el árbitro decreta la pena máxima. La caída de Job, ello es verdad, fue muy aparatosa y al parecer no ha faltado quien considere que teatralizó la falta del adversario para forzar la decisión arbitral. El cronista ha de decir, que la aparatosidad de la caída le pareció consecuencia de lo resbaladizo del césped, pero que la falta existió y debía ser señalada. Precisamente Lamo Castillo estuvo muy alerta en la concesión o no de la ley de la ventaja y en muchas de las faltas que decretó, a no perder de vista las circunstancias de anormalidad del piso, que en no pocas ocasiones lograban enmascarar las jugadas en su realidad.
En todo coso, los apriorísticos optimismos de Mestre no se veían demasiado claros. Y añadiría (opinión no hará falta decirlo, estrictamente personal), que una vez nos enteramos de que Solsona no sería alineado, aún pusimos más en cuarentena las posibilidades valencianistas, ya que a través de las actuaciones que hemos presenciado últimamente al equipo de la ciudad del Turia nos ha parecido que el ex barcelonista era el hombre determinante y decisivo. Pero esas consideraciones y otras tantas que pudieron hacerse, quedaron a última hora perfectamente desprovistas de sentido ante una circunstancia imprevisble que venía a añadirse a la confrontación: la copiosa cantidad de lluvia caída sobre nuestra ciudad en las últimas veinticuatro horas, capaz (como pudo perfectamente comprobarse) de convertir el terreno de juego de Sarriá en algo bastante parecido a una piscina.
Con aquel terreno de juego, ya no había especulaciones posibles. La única, en todo caso, era la de temernos una confrontación confusa y encrespada que recordase vagamente a un partido de fútbol. Pues no, señor. La inundacón del césped sarriorense que influyó muy directamente en las incidencias del match y determinó sustanciales alteraciones en acción y planteamiento, no impidió que presenciáramos un partido excelente, de punta a punta, disputado a un ritmo y con una fuerza verdaderamente impresionantes y con una espectacularidad y emoción, que no ha tenido parangón a lo largo de la temporada.
En el primer tiempo no hu goles, pero se jugó con potencia y velocidad por ambas partes y en la tarea de forzada adaptación a las condiciones semiacuáticas del piso, fueron mayoría los que lograron, sin registrarse más naufragos que los de Urbano y Arnesen, a los que la humedad les sentó fatal. Custers y Sempere, en las ocasiones que fueron inquietados (pocas pero de mayor compromiso), salvaron también con acierto sus respectivos marcos. Y en el capítulo de emparejemientos fue bien perceptible el acierto de Job y Carrete, que tuvieron por víctimas a Pablo y Marañón respectivamente, y los excelentes primeros 45 minutos de Roberto, que evidenció una impresionante faclidad pese al estado del terreno, circunstancia a la que no fue extraño el hecho de que su par teórico fuese Canito, siempre más alertado para la iniciativa y la propensión atacante que para las tareas de control personal.
Arnesen, Vilches, Roberto y Murúa se encargaron de los cuatro remates con mayor malignidad de todo el período, si bien el más espectacular y truculento fue un disparo de Carrete contra su propia puerta, que dio en el travesaño y salió a córner, apenas empezar. Hubo imprecisión en las entregas, condicionada por la enorme cantidad de agua almacenada en el terreno de Sarriá, pero hubo un ritmo de juego de mucho voltaje y un espíritu de lucha impresionante. El saber ofrecer fútbol y buen fútbol en aquel escenario era ya por sí sólo algo que invalidó todos nuestros temores. Y nos aguardaba un gran segundo tiempo.
Fuerte, combativo, agotador, tenaz. Un segundo tiempo que fue globalmente lo mejor que hemos visto este año en Sarriá y que nos mantuvo en vilo durante todo el período, que a su excelente calidad y potencia, tuvo la virtud de añadir un movimiento de marcador de apasionante y emotiva incertidumbre. Se adelantó el Valencia con un gol de Saura, un punto confuso y en el que lo resbaladizo del esférico y del piso tuvo intervención decisiva. Y seis minutos más tarde llegaba la igualada a uno, en un estupendo remate de cabeza de Jiménez, que ante su antiguo equipo, ha encontrado su mejor pulso de ataque.
Cinco minutos más tarde, y tras una volea de escalofrío de Molinos que rozó la madera, Murúa se escabullía oportunamente del control de Botubot y encuentra el hueco para, a pesar de la oposición de Sempere, adelantar al Español en el marcador. Es el 2—1 y en aquellos momentos, con el apoyo de un público que se entrega, el Español lanzado a una ofensiva implacable, pone cerco a la meta valencianista y engarza jugadas ofensivas espectaculares y profundas.
Pero el Valencia, que no se entrega, contraataca con peligro y en una de esas acciones, Welzl, acierta remachar de cabeza un balón que ha centrado Arnesen e inscribe el empate a dos en el marcador. La emoción llega a su punto culminante y seis minutos más tarde se registra la jugada que sentenciaría la contienda. Una profunda colada de Job, una zancadilla al blanquiazul y el árbitro decreta la pena máxima. La caída de Job, ello es verdad, fue muy aparatosa y al parecer no ha faltado quien considere que teatralizó la falta del adversario para forzar la decisión arbitral. El cronista ha de decir, que la aparatosidad de la caída le pareció consecuencia de lo resbaladizo del césped, pero que la falta existió y debía ser señalada. Precisamente Lamo Castillo estuvo muy alerta en la concesión o no de la ley de la ventaja y en muchas de las faltas que decretó, a no perder de vista las circunstancias de anormalidad del piso, que en no pocas ocasiones lograban enmascarar las jugadas en su realidad.