Ficha de partido
Valencia CF
1 - 1
RCD Mallorca
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Nadal
16'
Chano
31'
Descanso
45'
Emilio FenollAsist: Fernando Gómez
60'
TrobbianiHiguera
70'
Nando Martínez
71'
Carlos ArroyoEmilio Fenoll
74'
Juanjo JuárezFernando Giner
89'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: RCD Mallorca
Records vs RCD Mallorca
Máximo goleador: Silvestre Igoa (7 goles)
Goleador rival: Ninguno
Más partidos: Santi Cañizares (18 partidos)
Mayor victoria: 8 - 0 (07.05.1950)
Mayor derrota: 0 - 4 (19.02.1961)
Más repetido: 1-0 (11 veces)
Crónica
Unos tres cuartos de entrada en el Luis Casanova. Aproximademente unas 25.000 personas, de las cuales 1.200 eran seguidores mallorquinistas, que llegaron a Valencia en un barco y tres vuelos. Al final del partido los jugadores rojillos, abrazados, aplaudieron a estos aficionados, situados en el Gol Sur, dedicándoles la momentánea salvación. En el palco, junto al presidente del Valencia, Arturo Tuzón, su colega Miquel Contestí, que estuvo acompañado por gran parte de su junta. Al final se desató la euforia entre los directivos, que como todo el mundo siguieron los demás resultados a través de las radios y pantallas electrónicas.
Arbitró Soriano Aladrén, del Colegio Madrileño. Se esperaba mucho más de este colegiado internacional, de categoría contrastada. Siguió el juego de lejos, evidenció una forma física deficiente y uno de sus auxiliares le confundió continuamente en la señalización de los fueras de juego. No supo cortar las constantes entradas subterráneas, que no llegaron a ser violentas, producto de los nervios y la trascendencia que encerraba el encuentro. Sólo mostró cartulina amarilla a Chano por una falta que bien pudo suponerle la expulsión. Su labor tuvo ligeros tintes de anticaserismo, sobre todo en la apreciación de acciones punibles y en los off-side, lo que provocó las iras de la afición valenciana. Anuló un gol a Fenoll en el minuto 20, aunque previamente ya había señalado su posición antirreglamentaria.
Goles: 0-1, minuto 17 de la primera parte. Córner perfectamente botado por Alvaro. El balón llega a Nadal, que en medio de un pequeño barullo bate a Sempere por bajo. 1-1, minuto 16 de la segunda mitad. Fenoll recibe un pase en profundidad de Fernando y de una media volea supera Ezaki.
Cuando el remate de Nadal, tras botar Alvaro fenomenalmente un córner, se convertía en gol, miles de oídos sufrieron en distintas zonas del país, una fuerte alteración. La diana del canterano mallorquinista inauguraba la cuerta de todas aquellas que posteriormente irían marcando los equipos implicados en el descenso. El aullido, rondando el minuto 17 de la primera mitad, pudo escucharse hasta en Sóller. Con el gol de Nadal el Valencia promociona, el Mallorca también y descienden Sabadell y Las Palmas. El palco presidencial también sufrió una subterránea convulsión. Contestí y casi toda la directiva del Real Mallorca en pleno se habían levantado como accionados por un resorte imaginario. Aquel resultado, ese 0-1, no podía durar pero quien bien empieza... bien acaba. Y así debieron pensarlo todos, concentrando mucha energía positiva sobre el verde césped del Luis Casanova, donde un Valencia desangelado y con una primera mitad de pena no dificultaba al cuadro bermellón sus ansias de gol y de victoria.
La grada era un ir y venir de comentarios. Pero la zona sur del estadio valencianista era una pequeña amapola roja que vibraba con cada resultado, con cada porcentaje, con cada galopada de Chano, con cada parada de Ezaki. Eran los más de 1.200 seguidores del Mallorca que se habían desplazado desde Palma para vivir y vibrar al lado de sus colores y colaborar en lo posible a lograr el objetivo: la permanencia. Cuando Soriano Aladrén pitó el final, las lágrimas se desbordaron y la amapola se deshojó para intentar invadir el terreno de juego y abrazar a esos mismos jugadores que emocionados, les brindaron con aplausos la igualada y la promoción. Mientras el público valenciano iba desalojando la grada con la extraña sensación de haber participado en una película que no era la suya. Sólo aplaudieron a Sempere tras el fenomenal paradón a chut idénticamente formidable de Bonet y criticaron a Soriano Aladrén. Pero la procesión no iba con ellos ni con el equipo blanco, que por no brillar, ni tan siquiera Madjer nos regaló algún destello de su clase.
Miguel Angel Nadal, el hombre que inauguraba no sólo el marcador del Luis Casanova, sino también el de todos aquellos que tenían el agua al cuello en la tabla clasificatoria, fue el primero en darse media vuelta al oír la señal del marcador electrónico. Rondaba el minuto 20 y el Murcia empataba en La Romareda. Seis minutos más tarde el banquillo rojillo casi se hunde: marca el Betis en el Insular. Y cuatro después los canarios empatan. La locura ya fue total.
Mientras, en el terreno de juego que nos ocupa, se vivía una guerra paralela con más corazón que cerebro, con más nervios que otra cosa y con un Valencia que obsequiaba al respetable con una de las peores primeras mitades de toda su campaña. Y allí estaban los mallorquinistas para ir dando sustos a Sempere y a su defensa, como ese trallazo de Pep Bonet, un auintico coloso esta tarde en el estadio levantino, o esas rápidas subidas por la banda derecha, por donde se canalizaba prácticamente todo el juego balear. A los 20 minutos el Valencia había bajado alarmantemente el ritmo y sólo Giner y Nando mantenían el tipo ahí, donde el resto no ligaba una a derechas.
Paralelamente se sucedían los resultados pero en ningún momento el Real Mallorca vio peligrar su cómoda situación como equipo promocionante. Iban cambiando los compañeros de viaje. Ora el Murcia, irá el Betis, pero Sabadell y Las Palmas no abandonaban las dos sillas eléctricas del descenso directo. El gol de Fenoll, que realmente pocos esperaban aunque la mejora valencianista era obvia tras el descanso, enfrió los ánimos de unos jugadores, los rojillos, que eran un manojo de nervios pero que estaban cargados de moral. El jarro de agua fría trajo consigo lo de siempre: una indecisión tras otra, despejes galácticos de la defensa y bastante descontrol en una línea media que, sin controlad demasiado, por lo menos había estado sesenta minutos aguantando el tipo.
Los últimos minutos fueron ché porque alguien debió comentarles que ya estaba bien y así fue cómo Ezaki pudo lucirse y aún doliéndose del muslo, de la rodilla y del alma, demostrar que el que tiene, retiene. Soriano se llevó la mano al bolsillo justo cuando el Athletic sentenciaba en San Mamés. Mallorca y Murcia a la promoción y canarios y laneros a Segunda. El centro del campo fue un mar de lágrimas, abrazos y parabienes. La amapola mallorquina prometió ir a Oviedo aunque fuera a pie. En el palco, directivos demás se abrazaban sin disimulo.
Arbitró Soriano Aladrén, del Colegio Madrileño. Se esperaba mucho más de este colegiado internacional, de categoría contrastada. Siguió el juego de lejos, evidenció una forma física deficiente y uno de sus auxiliares le confundió continuamente en la señalización de los fueras de juego. No supo cortar las constantes entradas subterráneas, que no llegaron a ser violentas, producto de los nervios y la trascendencia que encerraba el encuentro. Sólo mostró cartulina amarilla a Chano por una falta que bien pudo suponerle la expulsión. Su labor tuvo ligeros tintes de anticaserismo, sobre todo en la apreciación de acciones punibles y en los off-side, lo que provocó las iras de la afición valenciana. Anuló un gol a Fenoll en el minuto 20, aunque previamente ya había señalado su posición antirreglamentaria.
Goles: 0-1, minuto 17 de la primera parte. Córner perfectamente botado por Alvaro. El balón llega a Nadal, que en medio de un pequeño barullo bate a Sempere por bajo. 1-1, minuto 16 de la segunda mitad. Fenoll recibe un pase en profundidad de Fernando y de una media volea supera Ezaki.
Cuando el remate de Nadal, tras botar Alvaro fenomenalmente un córner, se convertía en gol, miles de oídos sufrieron en distintas zonas del país, una fuerte alteración. La diana del canterano mallorquinista inauguraba la cuerta de todas aquellas que posteriormente irían marcando los equipos implicados en el descenso. El aullido, rondando el minuto 17 de la primera mitad, pudo escucharse hasta en Sóller. Con el gol de Nadal el Valencia promociona, el Mallorca también y descienden Sabadell y Las Palmas. El palco presidencial también sufrió una subterránea convulsión. Contestí y casi toda la directiva del Real Mallorca en pleno se habían levantado como accionados por un resorte imaginario. Aquel resultado, ese 0-1, no podía durar pero quien bien empieza... bien acaba. Y así debieron pensarlo todos, concentrando mucha energía positiva sobre el verde césped del Luis Casanova, donde un Valencia desangelado y con una primera mitad de pena no dificultaba al cuadro bermellón sus ansias de gol y de victoria.
La grada era un ir y venir de comentarios. Pero la zona sur del estadio valencianista era una pequeña amapola roja que vibraba con cada resultado, con cada porcentaje, con cada galopada de Chano, con cada parada de Ezaki. Eran los más de 1.200 seguidores del Mallorca que se habían desplazado desde Palma para vivir y vibrar al lado de sus colores y colaborar en lo posible a lograr el objetivo: la permanencia. Cuando Soriano Aladrén pitó el final, las lágrimas se desbordaron y la amapola se deshojó para intentar invadir el terreno de juego y abrazar a esos mismos jugadores que emocionados, les brindaron con aplausos la igualada y la promoción. Mientras el público valenciano iba desalojando la grada con la extraña sensación de haber participado en una película que no era la suya. Sólo aplaudieron a Sempere tras el fenomenal paradón a chut idénticamente formidable de Bonet y criticaron a Soriano Aladrén. Pero la procesión no iba con ellos ni con el equipo blanco, que por no brillar, ni tan siquiera Madjer nos regaló algún destello de su clase.
Miguel Angel Nadal, el hombre que inauguraba no sólo el marcador del Luis Casanova, sino también el de todos aquellos que tenían el agua al cuello en la tabla clasificatoria, fue el primero en darse media vuelta al oír la señal del marcador electrónico. Rondaba el minuto 20 y el Murcia empataba en La Romareda. Seis minutos más tarde el banquillo rojillo casi se hunde: marca el Betis en el Insular. Y cuatro después los canarios empatan. La locura ya fue total.
Mientras, en el terreno de juego que nos ocupa, se vivía una guerra paralela con más corazón que cerebro, con más nervios que otra cosa y con un Valencia que obsequiaba al respetable con una de las peores primeras mitades de toda su campaña. Y allí estaban los mallorquinistas para ir dando sustos a Sempere y a su defensa, como ese trallazo de Pep Bonet, un auintico coloso esta tarde en el estadio levantino, o esas rápidas subidas por la banda derecha, por donde se canalizaba prácticamente todo el juego balear. A los 20 minutos el Valencia había bajado alarmantemente el ritmo y sólo Giner y Nando mantenían el tipo ahí, donde el resto no ligaba una a derechas.
Paralelamente se sucedían los resultados pero en ningún momento el Real Mallorca vio peligrar su cómoda situación como equipo promocionante. Iban cambiando los compañeros de viaje. Ora el Murcia, irá el Betis, pero Sabadell y Las Palmas no abandonaban las dos sillas eléctricas del descenso directo. El gol de Fenoll, que realmente pocos esperaban aunque la mejora valencianista era obvia tras el descanso, enfrió los ánimos de unos jugadores, los rojillos, que eran un manojo de nervios pero que estaban cargados de moral. El jarro de agua fría trajo consigo lo de siempre: una indecisión tras otra, despejes galácticos de la defensa y bastante descontrol en una línea media que, sin controlad demasiado, por lo menos había estado sesenta minutos aguantando el tipo.
Los últimos minutos fueron ché porque alguien debió comentarles que ya estaba bien y así fue cómo Ezaki pudo lucirse y aún doliéndose del muslo, de la rodilla y del alma, demostrar que el que tiene, retiene. Soriano se llevó la mano al bolsillo justo cuando el Athletic sentenciaba en San Mamés. Mallorca y Murcia a la promoción y canarios y laneros a Segunda. El centro del campo fue un mar de lágrimas, abrazos y parabienes. La amapola mallorquina prometió ir a Oviedo aunque fuera a pie. En el palco, directivos demás se abrazaban sin disimulo.